“Yo sufrí dos graves accidentes en mi vida: uno en el autobús que me
tumbó al suelo… El otro accidente es Diego Rivera” Frida Kahlo
La primera artista mexicana en
exponer en Paris; conocida por una vida trágica, llena de dolor y agonía, rodeada
de importantes figuras de talla internacional, enamorada de su maestro, Diego,
a quien le perdonó todo y de quien en silencio muchas veces se vengó.
Lucía Olivares.
La Casa Azul de Frida Kahlo, en
Coyoacán, es uno de los museos más concurridos del país, recibe alrededor de
200 mil personas al año; un dato revelador es que ocho de cada 10 visitantes
son extranjeros, lo que demuestra que es la artista latinoamericana más
reconocida a nivel mundial. Más allá de los majestuosos y amplios jardines, de
la arquitectura y el apego a sus raíces que se ponía de manifiesto en todas sus
pertenencias, la propiedad encierra misterio, el misterio de una pareja de
creadores que ganaron popularidad y reconocimiento en vida, contrario a lo que
ocurre con la mayoría de los pintores en el mundo.
Su infancia interrumpida
“Hay
algunos que nacen con estrella y otros estrellados, y aunque tú no lo quieras
creer, yo soy de las estrelladísimas…”
La infancia de Frida estuvo
marcada por una sucesiva serie de enfermedades, a consecuencia de la
poliomielitis que contrajo a los seis años de edad; esto la obligaba a
permanecer en cama por largos periodos de tiempo, dejándole como secuela una
pierna más delgada que la otra, además de una soledad inducida, le era
complicado acercarse a otros niños, algo que en muchas ocasiones plasmó en sus
lienzos.
En 1922 ingresó a la Escuela
Nacional Preparatoria de la ciudad de México, dónde conoció a quienes serían
los futuros intelectuales y reconocidos artistas nacionales. Sin embargo, el
verdadero parteaguas de su vida habría sido a los diecinueve años cuando vivió
uno de los más grandes accidentes que la marcarían por completo; el
autobús en el que viajaba colisionó con
un tranvía, dejando a la pintora con graves fracturas de columna, clavícula,
pelvis y costillas, su pierna derecha se fracturó en once partes y un pasamanos
le atravesó desde la cadera hasta salir por la vagina, ella decía que esa fue
la fría y atroz manera de perder la virginidad; Frida se sometió a 32
operaciones quirúrgicas que la obligaron a permanecer en cama y fue
precisamente ahí, en su cama, para abatir el aburrimiento, que comenzó a pintar.
Pintaba autorretratos, se plasmaba a ella y sus ininterrumpidos obstáculos para
ser feliz.
El amor de Diego: El
elefante y la paloma
Decir en todo es imbécil y magnifico. DIEGO en mis
orines- Diego en mi boca- en mi corazón, en mi locura, en mi sueño…
Cuatro años después del accidente
y con la intención de mostrar sus primeros trabajos, Kahlo buscó al muralista
Diego Rivera en el edificio de la Secretaría de Educación Pública donde
trabajaba realizando una serie de obras en los muros del lugar; Diego ya poseía
fama y reconocimiento, no solamente como artista, sino como conquistador de
mujeres, el típico Don Juan del mundillo cultural de México, y a pesar de las
habladurías y de la diferencia de edad, Frida y Diego decidieron contraer
matrimonio el 21 de agosto de 1929.
Su relación fue tormentosa, llena
de infidelidades y desengaños, aunque también plagada de oportunidades y popularidad.
Rivera era de esos hombres que se pueden adjetivar como “terroríficamente
atractivo”, un hombre con cara de sapo y cuerpo de elefante, pero con el
talento e ingenio que hacía perder la razón a cualquiera, principalmente a las
mujeres de sociedad o a las más intelectuales del país. Frida lo sabía todo y
lo plasmaba todo, así como su primer aborto que la dejó desconsolada y con ese
sentimiento de soledad recurrente que la perseguía desde niña. Frida tomaba de
cada experiencia o de cada desdicha, un motivo inspiracional para su obra, como
lo fue “Henry Ford Hospital” y “Frida y el aborto”, donde dejó de manifiesto lo
que por su cuerpo y su mente ocurría.
A pesar de las infidelidades y de
la “mala vida” que Diego aseguró haberle dado a Frida, él siempre habló de ella
como su gran y único amor; se convirtieron en un dúo misterioso y admirable,
críticos y directores de trabajo del otro. Rivera solía describir a Frida como
“ácida y tierna, dura como el acero y delicada como el ala de una mariposa.
Adorable como una bella y profunda sonrisa y cruel como la amargura de la
vida”, vida que él le había ayudado a vivir.
Su sexualidad
“Donde no
puedas amar, no te demores”
Buscaba el amor en todas partes,
para debilitar un poco de su sufrimiento, por
eso no le negaba el afecto a nadie, era bisexual y al descubrir que entre las
infidelidades de Diego se encontraba su hermana Cristina, la menor y más
cercana a la artista, decidió vivir sus encuentros sexuales sin temores y
aspavientos. Ambos se sabía infieles, ambos se celaban, pero también se
perdonaban y respetaban su libertad.
Entre la lista de amantes de
Frida se ubicaba Leon Trotsky, Chavela Vargas y Jaqueline Lamba, quienes fueron
inquilinos de Frida y Diego en su casa de Coyoacán. A la lista se agrega el
pintor alemán Heinz Berggruen, el fotógrafo estadounidense Nickolas Muray, el
escultor Isamu Noguchi y José Bartolí.
Ahora, a Frida se le conoce como
figura máxime del feminismo en México, por superar la tendencia machista de su
tiempo y por su fortaleza ante el dolor; aunque hay quienes critican su postura
permisible que llevó la libertad a libertinaje, usando el matrimonio como un
puente profesional y no como un lazo de amor basado en el respeto. Frida fue
una mujer impositiva, con una personalidad tan fuerte que llegaba a ser imitada
en el resto del mundo; una mujer con una fortaleza externa impresionante, sin
embargo en su obra muestra la debilidad interna que no la dejaba dormir.
El mundo y el apogeo
Yo aquí en Gringolandia me paso la vida
soñando con volver a México.
Uno de los mayores logros y
emblemas de la pintora mexicana fue exponer sus pinturas en el Museo de Louvre,
en Paris, por una invitación del artista André Breton, mismo que la llevó a
exponer a Nueva York. Frida era una figura imponente por su marcada identidad
mexicana en todo lo que llevaba puesto y en todo lo que representaba. Actualmente,
el rostro de Kahlo se ha convertido en un emblema, tal como la lengua de Kiss en
las playeras negras, o la bandera de
Estados Unidos en los trajes de baño; la imagen folclórica de Frida se ha
vuelto tan comercial que ya no se ve únicamente en los museos y galerías, sino en
los escaparates de importantes marcas europeas, en boutiques y tiendas de ropa
en línea, como símbolo de rebeldía y al mismo tiempo de distinción, esta tendencia
representa en los diseñadores una manifestación del empoderamiento de la mujer.
Ahora el rostro de Frida funciona, en muchas áreas, como un producto más de la
mercadotecnia.
Lo cierto es que, en vida, Frida
Kahlo no siguió ninguna tendencia, fue viviendo así como le fuera posible, con
sus accidentes, sus estrellas, sus amores, con sus obras y con Diego.