lunes, 30 de diciembre de 2013

Las alas están abiertas ya

    Las alas están abiertas ya, hay historias que terminan, círculos libres de vicios, alivios verdaderos, suspiros eternos. Están las personas que se iban, las que no regresaban, las que no sé si estarán, las que no sé si se van; estoy yo, aquí por ahora, por un tiempo, hasta mañana, sólo sé que no por siempre. Está mi cuerpo cada vez más pequeño, pero más fuerte; se pone de manifiesto su estructura y la gente lo señala ¿y qué? Soy ágil, ligera, libre, bailo, salto y caigo de pie. El corazón está abierto ya y la gente lo señala ¿y qué? la inspiración me abraza, sonrío cuando duermo, tengo buenos deseos, me sonrojo, me emociono y tengo esperanza, y la tengo siempre conmigo.

La cabeza está abierta ya, y la gente lo señala ¿y qué? Me da vida, vuelo, volamos, me siento útil, aplaudo, también tengo miedo, me canso, me enojo, lloro, pero me seco las lágrimas y vuelvo a sonreír. Los ojos están abiertos ya y la gente lo señala ¿y qué? No se necesita ser vidente, entiendo, lo noto, observo y si no me gusta lo que veo lo digo o me alejo.

Mis labios están abiertos ya para decir ¡GRACIAS! Por un año maravilloso al que no le debo nada, un año que termino más ilusionada que nunca, con la culminación de mi carrera, con el corazón, las alas, la cabeza, los ojos y los labios abiertos; con la esperanza de continuar lo que ahora empiezo y tener el corazón iluminado, aún cuando se vaya la luz.




Lucía Olivares.
@Olivareslucia

miércoles, 30 de octubre de 2013

El amor desata

 
 
        Ni siquiera está, pero cómo está. Ni siquiera lo veo, pero cómo lo veo. Ni siquiera sé si existe el tiempo, pero en este caso cómo ha pasado lento. Ha sido como estirar el brazo para alcanzarlo y no lograrlo, estar en lugares distintos, aunque en el mismo espacio; una reja, tres señoritas, una ventana, todo se interpone. Maldita sea.
 
La geografía, eso parecía ser más sencillo en el colegio, el globo terrestre se recorre tan fácil con los dedos y los míos aún no tocan nada, no sienten nada, no viven nada, nada, nada, nada. Unos minutos, ¡anda, unos minutos! En que mi brazo sea más largo y lo alcance, en que el salón se achique, la distancia se acorte y no se vaya tan rápido, sólo eso. Ahora sin accidentes, sin carambolas, ¡no, no! Eso hace dulce al amor, eso hace, mejor dicho… el amor
 
El amor no ata, el amor desata.
 
Y sin ataduras vuelas, vas y cumples tus sueños. Paseas por el mundo y si quieres regresas, tal vez yo contigo, tal vez yo sin ti. En el amor hay tacto, pero no dedos que fungen como candados, no un pie frente al otro para que no pases, en el amor no hay brazos cortos, estos deben ser largos, en el amor hay miradas, pensamientos; en el amor hay de todo, aunque algunos no tengan nada.
 
 
Ni siquiera está, pero cómo está, porque sé bien que el amor no ata, el amor desata.
 
 
 
 
 
 
   
Lucía Olivares
@Olivareslucia

martes, 15 de octubre de 2013

No era una santita


Santa, una novela del autor mexicano Federico Gamboa.

El nombre es antónimo de su vida; es prostituta, primero por decisión del destino, luego por amor al trabajo.
El pianista de la casa de citas era ciego y se enamoró, no poco a poco, sino rápidamente de ella.

Hipo quería a Santa con sus cuatro sentidos, con su entero corazón y con su entero cuerpo desgraciado. Santa  le cobrara un afecto extraño, más que simpatía y mucho menos que amor. Claro, estaba rodeada de hombres poderosos, pasionales, adinerados, de esos que parece que se rodean de lámparas maravillosas, piden algo y se les concede al chasquido de sus dedos. Santa sentía con la cabeza e Hipo veía con el corazón encendido y la cabeza apagada.

¡El que de verdad ama, nunca se cansa de aguardar, hágase pagar a peso de oro! … bajo ese precepto, ni Santa amaba y mucho menos la amaban… “hágase pagar a peso de oro”.

Un día Hipo le pidió a su amigo Jenaro que le hablara de ella, que le describiera a la Santa …píntamela de palabra, facción por facción.

-          ¡Santita tiene los ojos de venada, negros también y como almendras, pero si los viera   usted…!
-          Volvería a cegar – declaró Hipólito, profético.

Hipo amaba tanto con cuatro sentidos... ¿Qué nos da la vista que nos deja ciegos?, ¿Qué es eso que no queremos ver?, ¿O será que en la obscuridad se imagina mejor? Las manos se convierten en ojos y qué bien ven, el oído es la mayor fuente de imaginación y qué bien sueña, el olfato es una gran guía y qué bien camina, el gusto a veces es un lujo y cómo grita.
En ocasiones el nombre no dice absolutamente nada, como Santa, su nombre no responde a su personalidad, ni su rostro de virgen, ni sus ojos de venadito asustado; tampoco la ceguera de Hipo lo hace hermético o aislado. Su manera de amar parece perfecta, ¿verdad?


Tal vez su desbordante amor se enfermó igual que Santa, se contagió de egoísmo y se encaprichó con la obscuridad que abrazaba a la mujer, se alegró del fracaso de quien ama. No existe el amor perfecto, a veces la culminación, la obsesión, el desbordante encanto se convierte en egoísmo, como en este caso. Hipo sentía rabia, sentía celos de todos aquellos hombres que pasaron por encima de su Santa, ¿y él? ¿Cuándo le tocaría a él? Hipo al encontrar a su amada tan destrozada, tan enferma, tan poco capaz de seguir complaciendo a cuanto hombre le pusiera en frente unas monedas, se sintió feliz. Su desdicha, su tragedia se convertía en la realización de aquel hombre que aguardó durante meses esperando una caricia que llegaría como consecuencia de la desmejora de una mujer, de la mujer a quien ama. ¿Es ese un gran amor? Estoy confundida. Pensé que Hipo amaba diferente, luego recordé que es humano.

 Pero, niña ¡qué durezas traes! Si pareces de piedra, ¡Vaya una Santita!

 
Lucía Olivares
@Olivareslucia

martes, 17 de septiembre de 2013

Te lo regalaría

Frente a mí están tres floreros con orquídeas artificiales... son bonitas. A mi derecha, se encuentran cuatro masetas con orquídeas naturales.



Esta noche soy consciente de mis ojos, mi nariz, mi boca, mis pulmones, mi corazón, el hígado, los riñones, la matriz y mis oídos. Soy una orquídea natural.
La vida nos da todo (pero no a todos), tenemos habilidades, destrezas y talentos, y a veces, desembocan en mares de perdición. Pensaba en nuestra voz, ¿Qué decimos? ¿Qué hacemos con nuestra boca? si es un recurso humano, ¿por qué no decimos cosas valiosas?, ¿por qué no pronunciamos palabras hermosas?
Pensaba, también, en el corazón, ¿por qué lo relegamos como un traidor? ¿por qué le decimos idiota? si él es el que siente, ¡Imagina cómo lo lastimamos!
Pensaba en nuestro cuerpo, ¡Todo!
¿Qué hacemos con él? por qué no danzar, por qué no convertirlo en un ritual, en una obra de arte, una escultura, un espectáculo, por qué no devolver el favor, por qué no descubrir su belleza...
Y que mis ojos miren lejos y de frente.
Que mis oídos muevan mi cuerpo.
Que los pulmones me llenen de vida.
Que mi piel juegue a disfrazarse.
Que mis pies descubran.
Que mis manos sean poetas.
Que mis hombros sean cojines.
Mis mejillas el recibidor de la casa.
Mis piernas las alas.
Mis lunares estrellas.

Cuando doy un regalo, espero que hagan un buen uso de él.
No regalo una bolsa para que la llenen de basura. No regalo un abrigo para que lo usen de pijama. No regalo un coche para que se estrelle, ni una pulsera para que la rompan...
... tampoco regalaría una boca para maldecir, ni unas piernas para perseguir a alguien. No regalaría un corazón para que lo limiten, ni unas orquídeas para que no les pongan agua.


Lucía Olivares.
@Olivareslucia

miércoles, 28 de agosto de 2013

La ilusión

Nos dicen que no. Que no creamos en los cuentos de hadas porque la vida nos desilusionará…  tal vez tengan razón, pero, sin ilusiones ¿a qué sabría la vida? A ajo, probablemente. Bien dijo García Márquez en “El Coronel no tiene quien le escriba”:
-          La ilusión no se come – dijo ella.
-          No se come, pero alimenta – replicó el coronel.


A mi me gusta pensar que soy una princesa y que vivo en un libro de colores, que los animales hablan, que las teteras cantan, que los ratones pueden ser amigos, que los duendes me protegen. Los cuentos no están tan  alejados de la realidad, las brujas representan todas las envidias, los celos y el rencor.  
Los golpes de realidad te los da la vida misma, siempre. Las traiciones llegan haciendo fisuras en el corazón, pero no importa, es mentira eso de que se puede romper.
Tal vez Rapunzel no hubiera encontrado a su príncipe si la bruja no la hubiera encerrado en aquella torre.
Si Cenicienta no estuviera viviendo con las terribles hermanastras y su madre, seguramente no se hubiera enterado del baile y nada habría ocurrido.
Si Blanca Nieves no hubiera comido la manzana, ¡el príncipe no la hubiera besado!
Si La Bella no hubiera aguantado el mal genio de la Bestia, jamás se hubiera percatado de lo maravilloso y guapo que es.

La ilusión le da sentido a la vida, la ilusión te hace soñar y gritar de emoción con el ritmo que imaginas en tu vida, esas ansias de volar te dan las alas que necesitas, puede ser que no sepamos usarlas todavía y si nos precipitamos podemos golpear un poco nuestras rodillas… duele, pero sin ilusión el rostro se marchita, se opaca, se acartona, sin ilusión nos conformamos con telenovelas y olvidamos el cuento, olvidamos la magia.
En mi cuento hay varias brujas, algunas son de esas que lucen hermosas, pero estoy segura de que por la noche se transforman; en mi cuento existe un perrito que baila, canta y hace muchas travesuras… también hay parajitos que vienen a despeinarme un poco más de lo habitual. En mi cuento hay dos reyes, él es muy noble y generoso, ella, es muy inteligente y analítica; también una hermosa hermana con ojos de encanto. Los príncipes están enfrentándose en otros cuentos, en reinos aún desconocidos por mí, todos son muy valientes, seguramente pronto les tocará luchar aquí.
Los cuentos de hadas siempre tienen un final feliz.

¿Cómo va el tuyo?

Lucía Olivares.
@Olivareslucia

lunes, 29 de julio de 2013

Gracias

Sólo podía ver dos zapatos plateados por debajo de la puerta;  me inquietaba que fueran de distinto modelo, luego noté que uno era más pequeño que el otro, ¿y el señor? ¿Dónde están sus mocasines cafés?
Abrir esa puerta fue encontrarme con una de las escenas más anheladas. La nieta, la hija, el abuelo. ¡Bendita unión!
Le dije: “Buenos días, soy Lucía Olivares” y le ofrecí mi mano, misma que él tomó como palanca para levantarse y pronunciar su nombre.  Su rostro justo frente al mío, el cabello completamente blanco,  su piel con esas pecas que aparecen por la edad. Por un momento imaginé que podría decirme “siéntate, te leeré un cuento”, evidentemente no fue así. Regresé a la realidad de inmediato y ahí seguíamos, en un acto protocolario.
      -          ¿Cómo dijiste que te llamas?         me preguntó.
      -          Lucía.           respondí.
      -          Hasta el nombre tienes bonito.     eso dijo mientras sonreía y en cambio yo las lágrimas trataba de evitar.
      -          Gracias.

Gracias es la única palabra que encontramos en casos como estos. Decimos gracias cuando sentimos pena, cuando estamos nerviosos, cuando no tenemos nada qué decir, cuando nos enojamos, decimos gracias cuando nos consuelan. Gracias, gracias, ¡Muchas gracias!


Regresé a la oficina y ya quería sentir esa paz de nuevo. “¡Es el abuelito ideal!” decíamos todos.
Diez minutos después estaba afuera otra vez. Me decía que estaba muy nervioso por la presentación de su libro “La niña que perdió su sonrisa”, también me dijo que estaba sorprendido con el trato que todos le han dado, que estaba muy agradecido. Así nos pasa, nos sorprendemos con las atenciones,  tal vez la normalidad está más cerca de lo hostil que de las buenas costumbres y sobre todo… las buenas intenciones, ¡digo! por algo la gente pierde su sonrisa, ¿no?.
El señor entró a la entrevista, sólo pude escuchar la parte final cuando decía que él era un hombre muy feliz, con una familia hermosa, muy buenos vecinos y grandes amigos, ¡Qué más!
¡Uff! Si nos preguntaran qué más…
Abrí la puerta por última vez; la niña y la señora se levantaron de inmediato, pasaron su brazo sobre sus hombros y se fueron diciendo gracias a destiempo y en diferentes tonos, como si fuera una canción. Esa escena me robó una sonrisa y luego pensé en comprarle unos zapatos plateados a mamá.


Lucía Olivares
@Olivareslucia

miércoles, 24 de julio de 2013

No resistí

Me dijeron que no debía hacerlo, pero no resistí.
Necesitaba sentir calor en la garganta y esa sensación de aprendizaje, de deshojar los más altos árboles, con frutos o sin ellos. Necesitaba que mi estómago viviera un espiral de alegría, que la crema y la canela anhelaran mis mejillas.
Me dijeron “No, Lucía, no puedes hacerlo”, pero lo hice una noche, sin temor, ni agonía; disfruté cada sorbo que luego extrañaría, porque las charlas no son igual sin agua hervida, cuando resignada terminas pidiendo un postre de vainilla.
Las reglas no fueron tan estrictas, era más el miedo que la niña tenía, el miedo, la gente dice que sirve para alertarnos, ¿y qué hice? el antojo superó el foco rojo, el olor se apoderó de mi cabeza. Hoy no quería platicar con nadie; esta noche deseaba manchar las sábanas y no sabía con qué hacerlo, por eso, sólo  por eso, fui por un café.
 
No es rebeldía, doctor, ¡Qué va! Simplemente la pluma se desliza mejor cuando él está. Le prometo, le prometo que hoy no quería escuchar a nadie, sólo deseaba que por un momento el café y yo fuéramos amigos, de nuevo; entrelazar mi mano con la suya y caminar juntos para no perdernos; quería recordar cuando me despertaba apenas daban las seis de la mañana, cuando me cambiaba por la compu, se acomodaba junto a ella y se escondía apenas alguien pronunciara su nombre. Cuando mis amigos decían, “¿Un cafesito?” y me emocionaba como animal enjaulado al ver a su dueño; cuando mis ojos parecían más despiertos; cuando celaba mi taza pisciana que nadie debe tocar, cuando él era la caricia humeante que me daba mi mamá.
Me dijeron que no, pero hoy,  aunque sea por un momento, fuimos amigos, otra vez.
 
Lucía Olivares.
@Olivareslucia

jueves, 27 de junio de 2013

La noche


Hace tres días la niña salió a buscar un libro;  estando frente a la librería, el día dejó de ser día, la noche caminó a su encuentro.
 La niña entró y los libros del primer estante se cayeron con el golpe de la puerta, ella asustada se inclinó a recogerlos.

-          “¡No te molestes! Puedo hacerlo yo”  se escuchó.
La niña volteó encontrándose con un muchacho alto con camisa a cuadros que se dirigía hacia ella. Y caminaron. Se contaron historias, tantas como las que tiradas en el suelo dormían unas sobre otras, entrelazando climas y personajes, las pastas duras lastimando a las más débiles que llevan impresas fuertes caballeros.

Comieron una nieve de mango, de esas que pides con copete o sin copete, de esas que comes primero lentamente y luego a cucharazos.
Anduvieron por los caminos más peligrosos de la noche, pero nadie los veía. La noche no dejó de ser noche.

 
El vaso de nieve seguía a la mitad después de tanto camino. La niña no estaba cansada, todavía.

Llegaron, por fin, a la librería. “100% Justin Bieber” dejaba caer su impresionante peso sobre “Los cuentos de Oscar Wilde”; Carlos Ruiz Zafón en versión V.I.P. con pasta hiper dura se mantenía firme, mientras “Cumbres Borrascosas” se deshojaba triste y dolorosamente. Los dos libros que quedaban de “Aprendiendo a ser jefe” se apoyaban uno sobre otro y parecía que la biografía de Sor Juana no quería mezclarse con los demás. 

La noche dejó de ser noche.

 
La niña, viéndose sola, dio media vuelta para regresar a casa, dejó el vaso de nieve junto a la puerta. Cuando el muchacho llegó a la librería tiró accidentalmente el agua de mango. Deseaba que el día dejara de ser día.




Lucía Olivares.
@Olivareslucia
 

martes, 4 de junio de 2013

El futuro no será de nadie… así decía


         El amor que se deshace con el tiempo, como la nieve bajo el Sol, como se desgasta la pintura de tu coche,  como la piel,  como tus dientes. El desenfreno que se estabiliza, que pierde la ilusión; los sueños perseguidos, la lucha  y la ambición.

Nos ata la seguridad, el compromiso, la corrección, dejamos los amores nuevos, pues el camino a casa está ya trazado, el tiempo medido, la distancia controlada. Tenemos un tenedor especial, un lugar en el desayunador, la costumbre de los espacios que hay que compartir y tal vez exista algo más interesante, más provocador, más grande, ¡Especial!, pero no, no podemos arriesgar lo construido con los años, no podemos olvidar el pasado, ni pretender que el futuro nos pertenece.

Nos despiertan los sueños. Soñar todos los días, actuar cada momento por acercarte a un deseo, planear,  redactar metas y seguirlas al pie de la letra, ¿Por qué no funciona?, ¿Qué estoy haciendo mal? ¡Maldita sea! ¡Qué estoy haciendo mal!

Lo gritaste. Aquel gritó la desdicha de su matrimonio y sigue atado, la pintora, gritó su próximo éxito y no lo ha conseguido. Él ama incondicionalmente a otra mujer; ella, posee un talento espectacular y nadie lo ve, ¿Están todos mal? ¿Necesita una vida trágica como Frida? ¿Tendrá que dejar de ser Lola?

Ellos intentaron.  Vivir un amor mágico que se rompería cuando los detalles mínimos se apoderaran de los máximos. Seguir sus convicciones, emocionarse al pintar un paraíso y luego tener que reemplazarlo por las sandías que pedía su cliente. ¡Maldita sea! ¡Qué estoy haciendo mal!

¿De quién es el futuro, entonces?



El futuro no será de nadie, de Oscar de la Borbolla.



Lucía Olivares.
@Olivareslucia

martes, 28 de mayo de 2013

Dice que me quiere…


Todas las mañanas me lo dice, voltea a verme mientras juega con una pluma, la detiene en su labio, y luego, luego dice que me quiere.

Dice que me quiere…

De vez en cuando lo menciona en un mensaje de texto a altas horas de la noche, con un par de letras de más, como si sus dedos se deslizaran sin control sobre las teclas, algo alejado de la formalidad y el romanticismo, pero eso sí, de vez en cuando dice que me quiere.

Dice que me quiere…

Cuando todos se han quedado callados, él toma la última frase y la convierte en canción, alcanza las notas más altas y después de una sonrisa tímida, me mira y entonces, dice que me quiere; otras veces me abraza de lado como grandes amigos, y sí, también me lo dice.

Dice que me quiere…

En cada oportunidad, él dice que me quiere, lo escribe en una nota para que el resto no comprenda, con el peor y más vago de sus recursos, pero,  siempre, siempre dice que me quiere.

Dice que me quiere…

Cuando me recuerda por una fotografía, la observa y luego escribe que me quiere, en ocasiones, lo reduce a dos o tres letras, pero, aun así dice que me quiere.

 

Y luego dudo del significado, de las plumas y los labios, de las verdades del alcohol,  de las canciones, de la lejanía, de las palabras, del amor.

De repente, las palabras nos entorpecen, engloban tanto en una sola frase, en una frase que se ha vuelto insípida e indeseable; en ocasiones nos gusta escucharla, leerla, pero ya no pretendemos saborearla, ni olerla, ni tocarla, porque ha quedado impresa en todas las conversaciones amables, en todos los favores concedidos, en todos los mensajes inesperados.

Si las palabras fueran la única herramienta sería tan fácil sentir el amor, las cartas continuarían escribiéndose solas, las serenatas todavía estarían de moda, leeríamos un poco más, le tendríamos miedo al whatsapp, a las conversaciones simultáneas; podríamos querer sin estar.

Decimos te quiero, así como aprendimos a decir bye en cada despedida, sin sentido, sin atención a lo expresado, como una maquinita creadora de burbujas, en la que sin darnos cuenta entramos para aislarnos. Decimos te quiero, porque así todos lo dicen, nos sentimos sinceros, nos sentimos amigos, nos sentimos tan poco comprometidos. Tal vez falta conciencia, tal vez falta entendernos, escucharnos, conocer, conocer el significado único de esa frase en cada situación y hacia cada destinatario.
 
 

Te quiero
(grito de noche blanca...)
en el insomnio reflexivo
de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.
     
Julia De Burgos


Lucía Olivares.
@Olivareslucia

 

martes, 7 de mayo de 2013

Semáforo en rojo


           Medias negras bajo un short diminuto del mismo color. Treinta y cuatro grados a la sombra, ¿Y debajo de ese toldo?.
Ella marca el ritmo con sus caderas, no escucho nada y tampoco hay bocinas a su alrededor; efecto fallido de alegría, aplaude y flexiona sus rodillas, primero la derecha, luego la izquierda. Tres hombres en bicicleta pasan junto a ella, sigue bailando, alcanzan a mandarle besos tronados, de esos con final asqueante y  que rematan con un “chiquita” acosador; uno de ellos se queda atrás, gira su cabeza noventa grados, sin dejar de pedalear; la chica cree que se han ido y deja de golpear sus manos para tomar un descanso. El hombre ahora ha girado completamente su rostro, no deja de mirarle, ha avanzado más de quince metros.

No, no se cayó; el semáforo se puso en verde y el claxon de una camioneta lo alertó. Todos continuamos derecho y ella, sin música y sin ganas, siguió moviendo las piernas, temiéndole al peatón.


Lucía Olivares
@Olivareslucia

domingo, 28 de abril de 2013

Constelación

            Tenía un secreto. Su espalda guarda la misma imagen que la noche frente a su jaula, una docena de lunares formando lo que sólo el cielo ha creado, tatuados sobre su piel virgen,  tímida y olvidada. Sólo el agua de la regadera conocía su constelación y las burbujas del jabón que se aferraban a difuminarla; ese cuarto de espejos con barras y zapatillas de ballet, ese descubrimiento frío de una obra de arte en su dermis, arriba de los glúteos, debajo de su cintura, después de su ventana, nunca en la mañana. Un secreto revelado por complicidad, como un pacto, como una muestra de amistad. Un secreto revelado entre el absurdo calor de las máquinas, la contaminación del papel y el ruido, las prisas y su descanso.
Por las noches, mirar el cielo no es costumbre, ni rutina... es un deseo continuo. Por las tardes, bailar entre espejos no es castigo, ni cansancio... es ilusión, arrepentimiento, tal vez. Por las mañanas, despertar es siempre difícil.
Tenía un secreto. Una constelación natural dibujada en su espalda, que le hacía creer que lo que más admiraba vivía en ella, pero no lo alcanzaba a ver. La noche seguiría siendo aliada, los espejos y las caricias del agua. Tenía un secreto ahora compartido, por intercambiar sonrisas y sorpresas con un desconocido amigo de nombre inconcluso y firmeza fracturada.
Tenía un secreto y muchas confusiones. Un dermatólogo y un pintor. Tenía un secreto y muchas confusiones. Un charro y un matón. Tenía un secreto y muchas preocupaciones. Una libreta y un sillón. Tenía un secreto y muchas preocupaciones... la distancia y el amor.




Lucía Olivares.
@Olivareslucia

domingo, 14 de abril de 2013

Aunque pareciera extraño…


Te olvido cada vez que te recuerdo
Te llamo cada vez que me despido
Me adhiero cada vez que te arranco.

Aunque pareciera extraño…
Hay un ruido constante en mi cabeza
Una buena amiga que no enseña,
como la escuela en primavera.

Aunque pareciera extraño…
No te extraño, no te conozco, no me interesas.
Aunque pareciera extraño…
No digiero tu estancia, ni tu ausencia.

Respondo un mensaje que envenena,
te sueño despierta, despierta y sin pena.
Visitas erradas, como un desperdicio,
frases trilladas, cual maleficio.
Y aunque pareciera extraño,
te quiero a pesar de tu rechazo,
y no es tu olor, ni tu figura,
no es tu aparentar, ni la amargura.
Soy yo la terca, fiel a tu nombre que no roza piel alguna,
soy yo la loca que parece extraña, cuando te llama y no la alcanzas.


Lucía Olivares
@Olivareslucia

martes, 26 de marzo de 2013

El hombre en busca de sentido

             
Obra creada por el psiquiatra austríaco Viktor Franklsobre su experiencia personal en los campos de concentración creados por los nazis.

Los seres humanos sentimos miedo constante al despojo, a que nos aparten del adorno, del peso en nuestros bolsillos, de la cobertura del cuerpo, de lo que pagamos por hacer nuestro.
          Viktor Frankl, describe en las primeras páginas de su libro lo que es apartarte de aquello que convertiste en extensión de tu cuerpo, de aquello que te regala una posición social; Viktor guardaba en uno de sus bolsos una investigación a la cual había dedicado su vida entera, luego de hacer conciencia unos minutos se dio cuenta de que al estar en un campo de concentración tenía que borrar de su registro toda vida pasada y abrazarse de lo único que poseía, de lo único que poseemos; nuestra existencia desnuda.
             En ocasiones creemos que si la vida cambia un poco puede tornarse muy complicada, de repente también aturdimos al mundo con frases como "No podría vivir así", pero si algo es cierto, es que los hombres podemos acostumbrarnos a cualquier cosa, lo único que es ley dentro de nosotros es el comportamiento del organismo.
             Lo interesante de la vida en un campo de concentración, es que todos, absolutamente todos, sin importar nivel de estudios, edad, posición social o económica, situación sentimental, etc, viven las mismas condiciones, luchando por un mismo objetivo... conservar la vida; cuando en realidad, cada minuto de nuestra existencia, estemos o no estemos en un campo de concentración, es una lucha constante por preservar la vida, por hacerla más sustanciosa, aún sabiendo que en el momento menos esperado pasaremos a ser recuerdo.
          ¿Cuáles son los sueños de un ser humano? Si la pregunta se lanza al aire de forma general, seguramente vendrá a nuestra cabeza toda clase de lujos, de conceptos de felicidad prefabricados de los que muchas veces hemos aspirado, pero ¿Qué desea un hombre que se encuentra encerrado, soportando insultos y pasando hambre? ... esa persona sueña con todo lo que antes le resultaba insuficiente, con toda esa riqueza que desconocía y que cubría su ser cada día.
               Me sorprende cuando Viktor Frankl habla de la ausencia de sentimentalismo en la que se veían envuelto, es muy frecuente ver películas o leer acerca de la situación a la que se enfrentaron tantas personas y sentir un dolor terrible que te lleva hasta las lágrimas, sin embargo, según las declaraciones del libro, los miembros de un campo de concentración iban perdiendo ese sentimiento de solidaridad, de lástima, de vergüenza, pero pueden sorprenderme aún más estas palabras "... el caso más doloroso de delirio lo sufrió un amigo mío que intentaba rezar, creyéndose ante el umbral de la muerte y era incapaz de recordar ninguna oración.". Frankl experimentó la única sensación positiva, esperanzadora, (por no llamarla "felicidad") cuando pensaba en su esposa, entonces dijo comprender la función del poeta, el sentir que el mundo puede ser salvado en base al amor.

             Qué difícil sería olvidar por completo la felicidad, aunque apoyo la postura pesimista que afirma que la mayor parte del tiempo no experimentamos total y plena alegría (como muchas definen felicidad), sino que únicamente son estados emocionales que vienen y van. Vicktor, describe que los primeros días luego de salir de los campos no sabía cómo ser feliz, había olvidado serlo, había olvidado qué le generaba gratas emociones... esto sólo reafirmarpia la idea de que todo lo que vivimos es aprendido; así como despertar en un día nublado y sentir depresión, así como sentir lástima por los destrotegidos, así como llorar en una película de amor... APRENDIDO.
              El que tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo, cuántas veces no hemos sido víctimas de la desesperación, cuántas veces la rutina no nos ha cansado, nos ha vuelto aburridos, pesados, quejumbrosos... sin embargo, seguimos aunque no la pasemos del todo bien... seguimos "por algo". Este sentimiento, a veces negativo, se denomina "Tensión interior" y es la relación existente entre lo que uno ha logrado y lo que puede conseguir, en dado caso, la ambición, el deseo, los sueños, son los que te vuelven persistente.

               Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera lo hubieras hecho tan descaradamente que como estás a punto de hacerlo ahora.

               En definitiva, podemos quitarnos todo lo que traemos encima y lo que queda somos nosotros; tal vez el aislamiento como el que vivió Viktor Frankl ayude a recuperar la esencia del ser humano, así, desnudos, sin experiencia, sorprendidos por lo que ahora ni siquiera vemos, aprendiendo a disfrutar lo que disfrutamos, aprendiendo a sentir por nosotros mismos, no como consecuencia del pensamiento ajeno.



Lucía Olivares.
@Olivareslucia

jueves, 21 de marzo de 2013

La protagonista


       Vivía en una casa pequeña, en una ciudad muy grande. Su padre músico y su madre cocinera. Ella tenía siete años y muy pocas cualidades; su papá la acercaba al piano de noche, tocaba la guitarra frente a la niña, tarareaba canciones para que ella lo siguiera, pero no lograba sacar esa voz tan escondida; no era soprano, no era bailarina, a veces no podía si quiera hablar. El olor a galletas de nuez la enloquecía, la imagen de su madre preparando un pastel la deleitaba. Era una niña pasiva, admiradora, no la protagonista que sus padres deseaban, por su voz y sus problemas dentales.

Un día, aprovechó el concierto de su padre y el encierro de su cocinera favorita para salir a caminar por aquella ciudad tan grande, con sus pies pequeños y sus orejas alertas; la gente parecía ir demasiado rápido y cada paso la dejaba más y más atrás. Decidió correr, rápido, muy, muy rápido hasta llegar a un jardín pequeño dentro de una ciudad muy grande y respirar, sus botitas estaban un poco sucias y comenzó a sacudirse cuando sintió que alguien se aproximaba; un perro grande para una niña tan pequeña, su pelo dorado y brillante, su mirada amenazadora; la niña decidió seguir corriendo, rápido, muy, muy rápido hasta encontrar refugio, ¿Dónde? Siendo ella tan pequeña perdida en una ciudad tan grande. No pudo más y se escondió detrás de la llanta de un coche color plata, su inocencia la hacía sentirse protegida en ese lugar; si alejamos la toma podemos ver la fila de carros que recogen a los niños del colegio y da vuelta a un lugar desconocido. De ese coche color plata desciende un hombre calvo con camisa a cuadros, toma a la niña por la cola y ésta le sonríe; el señor observa como huye el perro de pelo dorado y brillante y se da cuenta que no puede ser su padre; la perrita era negra, delgada, con una oreja chueca y las patas blancas. El resto de los coches brincaban de emoción, se escuchaban los aplausos de los pequeñps por el rescate de la niña, la perrita (perdón) que se había escondido detrás de una llanta.
Lola, ese sería su nombre a partir de aquel momento. Sus defectos se convirtieron en características fantásticas, la perrita con voz de pato, la que se peina de lado, la que con suéter rojo parece ratón de Disney, la que le gusta ver por la pequeña ventana una ciudad muy grande, la que canta cuando pasea el carrito de pan, la que corre por la calle, rápido, muy, muy rápido, la que baila como títere, la que visitan sus amigos, aunque desconfíe de ellos. Lola, la protagonista de una historia al que su autor teme.


Lucía Olivares
@Olivareslucia

jueves, 14 de marzo de 2013

Por si te vuelvo a ver

Te he dicho te quiero cargado de reproches,
te he dado mil besos envueltos de exigencias,
he tocado tu pelo con guantes por miedo a sentirlo,
le he dicho te extraño a tus fotos,
hemos peleado hasta en sueños,
he callado palabras, he gritado silencios.

Y he convertido el servilletero en postal; que no te sorprenda la grasa en la "o", ni el pequeño tachón que esconde tu nombre; que no se pierdan las letras debajo del jarrón, que no se hundan entre las líneas del sofá.

Te he dicho te quiero para que no me escuches ni me quieras, te he dicho "no es cierto" para que te confundas y te vayas, y siempre uso vestidos de lija para que no te acerques, para que salgas raspado.
Si ves una niña cargando su peso en un maletín naranja, es porque siempre llevo una carta en el bolso por si te vuelvo a ver.


Lucía Olivares.
@Olivareslucia

domingo, 3 de marzo de 2013

Ser mujer...

... es un estado natural, algo que no decides, algo que siendo afortunada te permite respirar, hablar, escuchar, gozar de todos tus sentidos. La religión nos ubica como una parte del hombre, como una idea a partir de él, como la respuesta a una carencia de respaldo.
Se nos ha enseñado a ser mujer y tal vez no nos hemos cuestinado si nos gusta lo que aprendemos; para algunas es cómodo, esperanzador, una dicha, un elogio, suerte, bendición; para otras, una trampa, una atadura, como también es posible que existan mujeres que nunca se lo hayan cuestionado. A mi parecer, la feminidad es una característica hermosa, el ser delicada, el medir tus miradas, tu sonrisa, controlar tus movimientos, modular la voz, hasta caminar con desdén es un arte y es bellísimo, pero no te hace más mujer.
¿Un hijo? seguramente la maternidad explora y descubre el lado más natural y por lo tanto más humano de una persona, pero entonces, mientras no se es madre, ¿Qué tan mujer eres?, mientras tu cuerpo se autodescubre ¿Qué tan mujer eres?. Porque no creo que el maquillaje, los tacones, las fragancias dulces, el barniz en las uñas, todo eso que cuidamos tanto para agradar, aumente la calidad de mujer.

Si preguntamos ¿Qué es ser mujer? cada quien respondería distinto y sería lógico porque la experiencia define estos conceptos tan quebrados.
Mientras trabajo en la oficina ¿Qué tan mujer soy?
Mientras me encargo del hogar ¿Qué tan mujer soy?
Mientras me arreglo el cabello ¿Qué tan mujer soy?
Mientras conduzco mi coche ¿Qué tan mujer soy?


¿Qué sientes cuando dices "yo me siento muy mujer"?



Lucía Olivares
@Olivareslucia

viernes, 15 de febrero de 2013

Una historia real


Juana la Loca, hija de Isabel la Católica y madre de CARLOS V. ¡He elegido un chocolate sumamente complicado! ... eso pensé al escoger esa barra de chocolate que parecía tan común, popular, indefensa y deliciosa; después me enteré que su madre era una demente, mejor dicho, se hacía pasar por loca en los momentos que más le convenía, celos, regularmente; por si fuera poco, Juana se caso con Felipe “El hermoso”, dicen que es recordado de esa manera por ser su único atributo… pobre hombre guapo.
Juana era la tercera hija de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, “Los reyes católicos”, quienes tenían un atractivo plan para la niña, ustedes saben, “política exterior”, España necesitaba crear lazos con Francia y una boda era buena idea, así que recién cumplidos los 16 años, Juana se casó con el hijo menor del emperador; por fortuna de los ojos de la niña, él era hermoso, por desgracia para su carácter, él era hermoso.


Y nos comemos el nombre y con él una historia.

Así pasa con las personas, somos resultado de las decisiones de nuestros antepasados; cuando se habla de que somos únicos seguramente se refieren a la historia que entrelaza vidas y caminos, que une países, genera riquezas, conflictos, lágrimas, hijos y más hijos. Infinidad de momentos conforman nuestro ser y por eso somos habitantes del mundo sin nacionalidad fija, por eso somos unión de apellidos y sobrinos de muchos vecinos, por eso somos tan complejos y tan disfrutables.


Lucía Olivares
@Olivareslucia

domingo, 27 de enero de 2013

Era él


      Arrugando los pies que guardaban unas calcetas moradas como sus labios, las manos encogiéndose entre sus mangas, algunos cabellos queriendo resguardarse en sus fosas nasales, las pestañas heladas, la piel agrietada y unas ganas incontenibles de visitar el baño, por cuarta vez. 
Lo estaba esperando desde las seis.

El clima podrá ser dulce o amargo, pero siempre acompaña, roza tu piel, a veces la acaricia, te hace sudar, estremece el corazón.

Habían quedado de verse para discutir su amor, en una zona escondida para hablar solos los dos. Una relación fracturada por el tiempo, la distancia y el alcohol, la firmeza de una dama y la desidia del varón. 
La taza de café tenía marcado cada trago, niveles distintos de impaciencia, sorbos tranquilos y desesperación. Trataba de humectarse los labios con su lengua, le preocupaba no verse como una reina, que al recibirlo su nariz fuera un copo de nieve y que los pies se le fueran a entumir. Lo esperaba sentada con la cara entre las rodillas, mientras repetía una y mil veces lo que iba a decir; junto a ella unos zapatos negros de tacón, altos, muy altos, pero no lo suficiente para verlo de frente; en su bolsa la fragancia favorita y una carta que protegía un sobre color melón.
La noche era oficial y su espera una sentencia, la soledad una delicia que en ese momento no le apetecía. Se quitó los calcetines para subirse en los tacones y los dedos no podía ni separar. Una luz roja en el celular le avisa que tiene un mensaje. "¿Y si nos vemos otro día? está haciendo mucho frío" ... era él.





Lucía Olivares.
@Olivareslucia