Vivía
en una casa pequeña, en una ciudad muy grande. Su padre músico y su madre
cocinera. Ella tenía siete años y muy pocas cualidades; su papá la acercaba al
piano de noche, tocaba la guitarra frente a la niña, tarareaba canciones para
que ella lo siguiera, pero no lograba sacar esa voz tan escondida; no era
soprano, no era bailarina, a veces no podía si quiera hablar. El olor a
galletas de nuez la enloquecía, la imagen de su madre preparando un pastel la
deleitaba. Era una niña pasiva, admiradora, no la protagonista que sus padres
deseaban, por su voz y sus problemas dentales.
Un
día, aprovechó el concierto de su padre y el encierro de su cocinera favorita
para salir a caminar por aquella ciudad tan grande, con sus pies pequeños y sus
orejas alertas; la gente parecía ir demasiado rápido y cada paso la dejaba más
y más atrás. Decidió correr, rápido, muy, muy rápido hasta llegar a un jardín
pequeño dentro de una ciudad muy grande y respirar, sus botitas estaban un poco
sucias y comenzó a sacudirse cuando sintió que alguien se aproximaba; un perro
grande para una niña tan pequeña, su pelo dorado y brillante, su mirada
amenazadora; la niña decidió seguir corriendo, rápido, muy, muy rápido hasta
encontrar refugio, ¿Dónde? Siendo ella tan pequeña perdida en una ciudad tan
grande. No pudo más y se escondió detrás de la llanta de un coche color plata,
su inocencia la hacía sentirse protegida en ese lugar; si alejamos la toma
podemos ver la fila de carros que recogen a los niños del colegio y da vuelta a
un lugar desconocido. De ese coche color plata desciende un hombre calvo con
camisa a cuadros, toma a la niña por la cola y ésta le sonríe; el señor observa
como huye el perro de pelo dorado y brillante y se da cuenta que no puede ser
su padre; la perrita era negra, delgada, con una oreja chueca y las patas
blancas. El resto de los coches brincaban de emoción, se escuchaban los
aplausos de los pequeñps por el rescate de la niña, la perrita (perdón) que se
había escondido detrás de una llanta.
Lola,
ese sería su nombre a partir de aquel momento. Sus defectos se convirtieron en
características fantásticas, la perrita con voz de pato, la que se peina de
lado, la que con suéter rojo parece ratón de Disney, la que le gusta ver por la
pequeña ventana una ciudad muy grande, la que canta cuando pasea el
carrito de pan, la que corre por la calle, rápido, muy, muy rápido, la que baila
como títere, la que visitan sus amigos, aunque desconfíe de ellos. Lola, la
protagonista de una historia al que su autor teme.
Lucía Olivares
@Olivareslucia
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