martes, 4 de junio de 2013

El futuro no será de nadie… así decía


         El amor que se deshace con el tiempo, como la nieve bajo el Sol, como se desgasta la pintura de tu coche,  como la piel,  como tus dientes. El desenfreno que se estabiliza, que pierde la ilusión; los sueños perseguidos, la lucha  y la ambición.

Nos ata la seguridad, el compromiso, la corrección, dejamos los amores nuevos, pues el camino a casa está ya trazado, el tiempo medido, la distancia controlada. Tenemos un tenedor especial, un lugar en el desayunador, la costumbre de los espacios que hay que compartir y tal vez exista algo más interesante, más provocador, más grande, ¡Especial!, pero no, no podemos arriesgar lo construido con los años, no podemos olvidar el pasado, ni pretender que el futuro nos pertenece.

Nos despiertan los sueños. Soñar todos los días, actuar cada momento por acercarte a un deseo, planear,  redactar metas y seguirlas al pie de la letra, ¿Por qué no funciona?, ¿Qué estoy haciendo mal? ¡Maldita sea! ¡Qué estoy haciendo mal!

Lo gritaste. Aquel gritó la desdicha de su matrimonio y sigue atado, la pintora, gritó su próximo éxito y no lo ha conseguido. Él ama incondicionalmente a otra mujer; ella, posee un talento espectacular y nadie lo ve, ¿Están todos mal? ¿Necesita una vida trágica como Frida? ¿Tendrá que dejar de ser Lola?

Ellos intentaron.  Vivir un amor mágico que se rompería cuando los detalles mínimos se apoderaran de los máximos. Seguir sus convicciones, emocionarse al pintar un paraíso y luego tener que reemplazarlo por las sandías que pedía su cliente. ¡Maldita sea! ¡Qué estoy haciendo mal!

¿De quién es el futuro, entonces?



El futuro no será de nadie, de Oscar de la Borbolla.



Lucía Olivares.
@Olivareslucia

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