domingo, 25 de enero de 2015

Padecimiento Millennials


Stay up late / Wake up early / Hate the earth
Esta es ya la tendencia de los Millennials o “Generación Y”,  aquellos jóvenes menores de 30 años que nacieron en una época de prosperidad económica, que han tenido mayor acceso a información, mayor preparación intelectual, conocimiento de las tecnologías; críticos, impacientes y un tanto egocéntricos. El diario The Washington Post publicaba en un estudio que la elección de carrera de estos jóvenes no estaba definida por el salario sino por el estilo de vida, y precisamente eso, el life style, es lo que define en gran parte sus prioridades.

Los Milleannials se ponen objetivos a corto plazo, reniegan de las formas operarias de empresas creadas por generaciones anteriores, algunos deciden apartarse del sistema y trabajar como freelance. Esto no es algo seccionado, es un fenómeno global que tiene como causante un bombardeo de información, muchos estímulos, la capacidad económica de sus padres para brindarles capacitación especializada, el boom del internet, experiencias globalizadas, y también, por qué no decirlo, mayor apertura y una rebeldía “autorizada”.
Sin embargo las cosas no pintan tan bien para estos jóvenes sobre estimulados, ya que luego de vivir una infancia de facilidades, al crecer se enfrentan a un panorama distinto, porque ser empleado en estas fechas no representa las mismas oportunidades que tuvieron tus padres. Simplemente en nuestro país el 93% de los jóvenes gana menos de 10 mil pesos mensuales, aun cuando estos profesionistas hablan más de dos idiomas, dominan herramientas computacionales, han tomado cursos o talleres de especialización y están capacitados para la realización de proyectos, de propuestas. Al Millennial le gusta crear, innovar y no se siente satisfecho acatando… tal vez ese es el gran problema.
Un estudio de Boston Consulting Group, afirma que estos jóvenes casi no compran inmuebles ni coches, sin embargo, destinan alrededor de la mitad de su presupuesto mensual a las compras online. Esto nos abre la burbuja de una escena común: llegas a un Starbucks y te encuentras al chavo que siempre se distinguió por su erudición sentado solo o con su pareja frente a él, ambos con una Mac abierta, un café venti junto a la computadora y su rostro fijo en alguna página de internet. ¡Vago! ¡De qué le sirve tanto estudio! ¡Pobre muchacha, qué futuro tendrá con él! ¡No tiene dinero para rentar una casa, pero ya trae Mac nueva! – esas son las voces de generaciones anteriores o de las clases más privilegiadas.

Stay up late / Wake up early / Hate the earth
Esta rutina también enferma y desestabiliza a los jóvenes. Sus hábitos van más allá que sólo los de consumo. La Generación Y tiene que trabajar el doble para lograr sus objetivos, para ellos no es tan fácil formar una familia, porque su trabajo - porcentualmente - no vale lo mismo que antes, porque ahora la mujer también emprende, también trabaja , y dadas las circunstancias, cada vez está menos dispuesta a dejar de generar recursos para atender al marido; ahora los hijos son más demandantes, el consumismo los consume y la poca presencia de los padres en casa se reemplaza por objetos o métodos vagos de entretenimiento… parece difícil, ¿no?
Los Millennials duermen tarde, se despiertan muy temprano y muchas veces ese cansancio mental, esa desesperación de no materializar el esfuerzo se convierte en un Hate the earth.

Esto, bien pudo redactarse en primera persona del plural.







Lucía Olivares
@Olivareslucia




miércoles, 7 de enero de 2015

Capítulo 01:


       El asiento trasero parecía de lo más incómodo… Sofía miraba a través de la ventana, los coches de junto, las casas, el semáforo en rojo, mientras su cita del día platicaba con su exnovia por celular; estaba claro que eso no funcionaría, pero cualquier cosa es mejor que encerrarse en casa un domingo por la noche; al menos eso es lo que decían sus amigos, la pareja de adelante, un panorama totalmente distinto.
El coche se paró repentinamente en la calle Bugambilias; Jimmy, el mejor amigo de Sofía hizo un par de llamadas insistentes, había esperado más de diez minutos y en una de sus inspecciones indiscretas Sofía se topó con el hombre que a partir de ese momento no tendría un “pero” en sus descripciones… se llamaba Carlos y era guapísimo.
Cuando Carlos abrió la puerta, Roger bajó de inmediato para cambiarle el lugar; Sofía confirmó que lo había asustado con sus ideologías izquierdistas, el amor por la literatura,  expectativas de vida un poco subidas de tono, y lo más importante… que nunca había tenido novio; pero eso ahora carecía de relevancia. Carlos miró a Sofía con los labios entreabiertos, hizo un par de preguntas que luego él respondería con arrogancia y una sonrisa coqueta enmarcada por una barba obscura y delineada.
Llegaron los cinco al cine: una pareja feliz; Roger, un hombre guapo pero tímido; Carlos un hombre guapo, presumido, inteligente, etc, etc, etc y Sofía, una mujer que quería amar, pero desconocía los riesgos del amor.
Por desgracia para Roger, le tocó cuidar los lugares en la sala junto a Sofía mientras los demás compraban palomitas y refrescos en la dulcería; ella disfrutaba verlo asustado junto a ella, ver sus ojos pidiendo auxilio mientras le explicaba la historia de una de sus pinturas favoritas “El Grito” de Munch; su cara era justo una réplica de esa obra de arte. Sofía moría de risa, una risa ahogada, sorda y al mismo tiempo asfixiante, como la asfixia que sintió al ver a Carlos frente a Tania y Jimmy subir por el pasillo hacia ellos y arrebatarle nueva y asertivamente el lugar a Roger para quedar a lado izquierdo de Sofía. La película era de terror; no se abrazaron, ni se tomaron de la mano, él le tapaba los ojos y ella lo volvía a hacer para asegurarse de que ninguna imagen terrorífica se colara a su cabeza.
Eso, hasta el momento, era lo más romántico que Sofía había vivido.


Capítulo 01:
Sofía tenía 24 años, una licenciatura en Letras y un diplomado en Historia del Arte. Todos los días se despertaba a las seis de la mañana para hablar con su editor vía Skype; trabajaba en un libro del que nadie conocía la trama; tenía gafete de prensa y se colaba a todos los eventos culturales de la ciudad; cuando quería deshacerse de algún pretendiente encajoso siempre utiliza la frase: “Tengo dos gafetes… podrás acompañarme al teatro todos los fines de semana, ¡sería increíble!” Bastaban 14 palabras para no volverlos a ver, le decían “La Maga” desaparecía a todo aquel que se le acercara.

No buscaba nada en específico, no quería un Adonis, tampoco a un Pitágoras, simplemente deseaba sentirse frente a una obra de arte; ella quería alguien que la emocionara tanto como un recital de piano, como una novela histórica, como un poema feminista o como la muerte del Cisne.


Lucía Olivares.
 @Olivareslucia

martes, 6 de enero de 2015

Los tres ladrones

Encontré en mi camino tres ladrones: un ladrón de corazones, un ladrón de energía y un ladrón de zapatos... a los tres le tenía mucho miedo.
El primero llegó un día cualquiera, con su encantadora sonrisa, a pararse frente a mi; me escuchó, escuchó atento a mis cientos de palabras y él sólo pronunció dos "Me encantas" y tomándome la mano se llevó mi corazón.
Al segundo, yo lo busqué con ilusión desenfrenada, pensando que podría robarme yo su experiencia y no él mi juventud, pero mucho a mucho me fui sintiendo cansada, agobiada, frustrada y esas cosas que terminan en "ada", pero sin la honrosa H que te vuelve mágica; y sí, tendiéndome la mano me robó la energía.
El tercero ni llegó, ni lo busqué, simplemente me lo topé en el trabajo, en la calle, en el súper, en el café; lo vi con muchos cuerpos y muchas caras, con muchas familias, aunque a veces estaba solo; algunos con coche, otros en silla de ruedas; algunos con viajes, otros con deudas; algunos con gripa, otros con cáncer; y él también tomándome la mano me llevó de paseo, me probó varios zapatos, pero al final me dejó los míos.

Al ladrón de corazones le doy las gracias porque me lo ha devuelto más grande; al ladrón de energía le doy las gracias por lo aprendido y le regalaré una "H", una ache humana. Al ladrón de zapatos le prometo mantener los mios siempre boleados y caminar con ellos consiente de los otros .

A los tres les tenía mucho miedo
"todo lo que temía... me sucedió"


Lucía Olivares.
@Olivareslucia