El 2014 lo inicié esperanzada, deseosa de
recibir lo que no me correspondía; pensativa, aferrada a una manera de sentir
ajena a mis pensamientos. Lo inicié con un gran logro después de la vida
académica: mi primer trabajo, al que me vertí de lleno, al que me entregué
total y profundamente. Perdí peso sin
que fuera uno de mis propósitos, encontré el amor sin siquiera imaginarlo,
vencí el miedo a la improvisación y aprendí a quedar bien con todas las
personas, menos con la más importante… conmigo misma. Recibí cariño de
desconocidos, ayudé a gente con algo muy sencillo y lastimé a otros, a los
conocidos, a los verdaderamente amados, con lo complejo. Pero aprendí.
Aprendí en el último libro que
leí este año (“Palabras precisas en el momento oportuno” de Marlo Thomas) que nuestra
propia luz asusta más que la obscuridad, y en esas mismas páginas tomé el
consejo de la abuela de Jeff Bezos (fundador de Amazon) “Algún día aprenderás
que es mucho más difícil ser bondadoso que inteligente” y con esta frase me quedo para el 2015 y para
el resto de mi vida, porque sé bien que esa abuela podría ser la mía y porque
sé bien que inteligente lo es cualquiera, hasta tu celular, tu coche, la
televisión, etc.
La inteligencia se crea, se
diseña... el corazón se atiende. Al corazón hay que dejarlo salir.
Mi propósito será destinar a algo
positivo lo que sé, lo que hago o lo que pienso
y quitarme de la frente la idea de que la bondad es sinónimo de
estupidez, y quitarme de la frente la imagen de ingenuidad fracasada y poner la
fe en mi cabeza y no en la de otras personas. Mi propósito será aprender,
aprender que es mucho más difícil ser bondadoso que inteligente e iniciar todos
los días con ganas de ayudarme y ayudar a los demás.
Mi propósito será presentar al
corazón y la cabeza para que mi abuela no me vuelva a regañar.
Lucía Olivares.
@Olivareslucia
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