martes, 12 de agosto de 2014

En vida

Nos gusta hacer historias… 
Todos tenemos un poco de imaginación, un poco de malicia, un poco envidia, algunos vacíos y un poco de mierda embarrada por dentro…  justo dónde nadie ve.
Nos gusta ocuparnos del resto cuando nos damos por vencidos con nosotros mismos; volteamos a ver a la solterona empedernida, a la niña de diecinueve años que espera un hijo, al compañero que no ha salido del clóset, al trabajador compulsivo, al intenso que pasa horas en el gimnasio, a la niña que satura tus redes sociales con fotografías banales, a tu amiga que luce más débil que un palillo de dientes y a la otra más maciza que un roble. Nos sorprendemos también de quien compra una camioneta de un día para otro, pero luego nos burlamos de quien maneja una carcacha; motivamos a quien está constantemente deprimido y nos en jaqueca el vecino que lleva la risa colgada en la cabeza.  Nos sorprende que la gente se case antes de los 25, pero también que lo hagan después de ese rango de edad. Nos asombra que nuestros amigos tomen mucho y nos asombra aún más que no lo hagan. Enfurecemos si servidores públicos roban del erario, si tiene fiestas son sexoservidoras, si tienen un departamento en Miami, pero quisiéramos un amigo como ellos.
En este mundo radical, o eres holgazán o eres un idiota (porque así se les dice a quienes trabajan mucho), perdón, olvidaba la tercera opción “el cerdo capitalista”. La sociedad, cada vez más exigente, no reconoce ni al ama de casa, ni a la mujer trabajadora; a una la tacha de cómoda y a otra de desobligada.  En este lugar tan competitivo ya no se sabe qué es mejor, ser la gordita feliz pero criticada o ser la flaquita linda… pero señalada. En este negocio de la vida, o eres ladrón, o eres chalán, o eres arribista. Ya no creemos en las buenas intenciones, ya no creemos en las buenas… en los buenos… en nada.
Tal vez aún no nos hemos dado cuenta de que vivir para el otro, aunque sea de manera inconsciente, nos arrebata la conciencia de nosotros mismos. En este momento donde todo es información de todos y donde podemos expresar y manifestar nuestras opiniones sobre cualquier situación y sobre cualquier persona, nos sitúa en un papel tan absurdo, y lo peor de todo es que nos creemos muy humanos al tuitear una condolencia sobre una persona que disfrutamos por televisión… un actor, como todos nosotros, unos farsantes disfrazados de vidas perfectas y armoniosas.  Por supuesto que formo parte de ese grupo de consumidores de información digital y me deja inquieta y terriblemente sorprendida que la gente forme una “O” con sus labios cuestionándose cómo una persona que hizo reír “al mundo entero” se haya quitado la vida por depresión…  ¿no nos hemos dado cuenta de que somos material  para eso día con día?.

El mundo te dice que te ama cuando mueres, pero, ¿Quién lo hace mientras vives?

El mundo te dice que te ama cuando mueres porque nunca te ha amado y porque obviamente no te amará. Aplaudimos cuando la obra no se presenta desde hace diez años, compramos los discos de éxitos como homenaje al cantante que falleció el año pasado, leemos frases de los escritores en boga sólo mientras están en coma; ¿sensibilizarse también está de moda?
Dicen, que a los amigos se les conoce “en las malas”, yo seguiré insistiendo que esto no es verdad. A los amigos se les conoce cuando tú estás volando y ellos no pinchan el globo para que caigas; amigo es quien aplaude durante la función. Se es amigo cuando puedes voltear hacia arriba sin resentimientos… se es amigo en vida, no cuando estás desfalleciendo.
El mundo te dice que te ama cuando mueres… queramos en vida.

Lucía Olivares.
@Olivareslucia

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