martes, 26 de marzo de 2013

El hombre en busca de sentido

             
Obra creada por el psiquiatra austríaco Viktor Franklsobre su experiencia personal en los campos de concentración creados por los nazis.

Los seres humanos sentimos miedo constante al despojo, a que nos aparten del adorno, del peso en nuestros bolsillos, de la cobertura del cuerpo, de lo que pagamos por hacer nuestro.
          Viktor Frankl, describe en las primeras páginas de su libro lo que es apartarte de aquello que convertiste en extensión de tu cuerpo, de aquello que te regala una posición social; Viktor guardaba en uno de sus bolsos una investigación a la cual había dedicado su vida entera, luego de hacer conciencia unos minutos se dio cuenta de que al estar en un campo de concentración tenía que borrar de su registro toda vida pasada y abrazarse de lo único que poseía, de lo único que poseemos; nuestra existencia desnuda.
             En ocasiones creemos que si la vida cambia un poco puede tornarse muy complicada, de repente también aturdimos al mundo con frases como "No podría vivir así", pero si algo es cierto, es que los hombres podemos acostumbrarnos a cualquier cosa, lo único que es ley dentro de nosotros es el comportamiento del organismo.
             Lo interesante de la vida en un campo de concentración, es que todos, absolutamente todos, sin importar nivel de estudios, edad, posición social o económica, situación sentimental, etc, viven las mismas condiciones, luchando por un mismo objetivo... conservar la vida; cuando en realidad, cada minuto de nuestra existencia, estemos o no estemos en un campo de concentración, es una lucha constante por preservar la vida, por hacerla más sustanciosa, aún sabiendo que en el momento menos esperado pasaremos a ser recuerdo.
          ¿Cuáles son los sueños de un ser humano? Si la pregunta se lanza al aire de forma general, seguramente vendrá a nuestra cabeza toda clase de lujos, de conceptos de felicidad prefabricados de los que muchas veces hemos aspirado, pero ¿Qué desea un hombre que se encuentra encerrado, soportando insultos y pasando hambre? ... esa persona sueña con todo lo que antes le resultaba insuficiente, con toda esa riqueza que desconocía y que cubría su ser cada día.
               Me sorprende cuando Viktor Frankl habla de la ausencia de sentimentalismo en la que se veían envuelto, es muy frecuente ver películas o leer acerca de la situación a la que se enfrentaron tantas personas y sentir un dolor terrible que te lleva hasta las lágrimas, sin embargo, según las declaraciones del libro, los miembros de un campo de concentración iban perdiendo ese sentimiento de solidaridad, de lástima, de vergüenza, pero pueden sorprenderme aún más estas palabras "... el caso más doloroso de delirio lo sufrió un amigo mío que intentaba rezar, creyéndose ante el umbral de la muerte y era incapaz de recordar ninguna oración.". Frankl experimentó la única sensación positiva, esperanzadora, (por no llamarla "felicidad") cuando pensaba en su esposa, entonces dijo comprender la función del poeta, el sentir que el mundo puede ser salvado en base al amor.

             Qué difícil sería olvidar por completo la felicidad, aunque apoyo la postura pesimista que afirma que la mayor parte del tiempo no experimentamos total y plena alegría (como muchas definen felicidad), sino que únicamente son estados emocionales que vienen y van. Vicktor, describe que los primeros días luego de salir de los campos no sabía cómo ser feliz, había olvidado serlo, había olvidado qué le generaba gratas emociones... esto sólo reafirmarpia la idea de que todo lo que vivimos es aprendido; así como despertar en un día nublado y sentir depresión, así como sentir lástima por los destrotegidos, así como llorar en una película de amor... APRENDIDO.
              El que tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo, cuántas veces no hemos sido víctimas de la desesperación, cuántas veces la rutina no nos ha cansado, nos ha vuelto aburridos, pesados, quejumbrosos... sin embargo, seguimos aunque no la pasemos del todo bien... seguimos "por algo". Este sentimiento, a veces negativo, se denomina "Tensión interior" y es la relación existente entre lo que uno ha logrado y lo que puede conseguir, en dado caso, la ambición, el deseo, los sueños, son los que te vuelven persistente.

               Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera lo hubieras hecho tan descaradamente que como estás a punto de hacerlo ahora.

               En definitiva, podemos quitarnos todo lo que traemos encima y lo que queda somos nosotros; tal vez el aislamiento como el que vivió Viktor Frankl ayude a recuperar la esencia del ser humano, así, desnudos, sin experiencia, sorprendidos por lo que ahora ni siquiera vemos, aprendiendo a disfrutar lo que disfrutamos, aprendiendo a sentir por nosotros mismos, no como consecuencia del pensamiento ajeno.



Lucía Olivares.
@Olivareslucia

jueves, 21 de marzo de 2013

La protagonista


       Vivía en una casa pequeña, en una ciudad muy grande. Su padre músico y su madre cocinera. Ella tenía siete años y muy pocas cualidades; su papá la acercaba al piano de noche, tocaba la guitarra frente a la niña, tarareaba canciones para que ella lo siguiera, pero no lograba sacar esa voz tan escondida; no era soprano, no era bailarina, a veces no podía si quiera hablar. El olor a galletas de nuez la enloquecía, la imagen de su madre preparando un pastel la deleitaba. Era una niña pasiva, admiradora, no la protagonista que sus padres deseaban, por su voz y sus problemas dentales.

Un día, aprovechó el concierto de su padre y el encierro de su cocinera favorita para salir a caminar por aquella ciudad tan grande, con sus pies pequeños y sus orejas alertas; la gente parecía ir demasiado rápido y cada paso la dejaba más y más atrás. Decidió correr, rápido, muy, muy rápido hasta llegar a un jardín pequeño dentro de una ciudad muy grande y respirar, sus botitas estaban un poco sucias y comenzó a sacudirse cuando sintió que alguien se aproximaba; un perro grande para una niña tan pequeña, su pelo dorado y brillante, su mirada amenazadora; la niña decidió seguir corriendo, rápido, muy, muy rápido hasta encontrar refugio, ¿Dónde? Siendo ella tan pequeña perdida en una ciudad tan grande. No pudo más y se escondió detrás de la llanta de un coche color plata, su inocencia la hacía sentirse protegida en ese lugar; si alejamos la toma podemos ver la fila de carros que recogen a los niños del colegio y da vuelta a un lugar desconocido. De ese coche color plata desciende un hombre calvo con camisa a cuadros, toma a la niña por la cola y ésta le sonríe; el señor observa como huye el perro de pelo dorado y brillante y se da cuenta que no puede ser su padre; la perrita era negra, delgada, con una oreja chueca y las patas blancas. El resto de los coches brincaban de emoción, se escuchaban los aplausos de los pequeñps por el rescate de la niña, la perrita (perdón) que se había escondido detrás de una llanta.
Lola, ese sería su nombre a partir de aquel momento. Sus defectos se convirtieron en características fantásticas, la perrita con voz de pato, la que se peina de lado, la que con suéter rojo parece ratón de Disney, la que le gusta ver por la pequeña ventana una ciudad muy grande, la que canta cuando pasea el carrito de pan, la que corre por la calle, rápido, muy, muy rápido, la que baila como títere, la que visitan sus amigos, aunque desconfíe de ellos. Lola, la protagonista de una historia al que su autor teme.


Lucía Olivares
@Olivareslucia

jueves, 14 de marzo de 2013

Por si te vuelvo a ver

Te he dicho te quiero cargado de reproches,
te he dado mil besos envueltos de exigencias,
he tocado tu pelo con guantes por miedo a sentirlo,
le he dicho te extraño a tus fotos,
hemos peleado hasta en sueños,
he callado palabras, he gritado silencios.

Y he convertido el servilletero en postal; que no te sorprenda la grasa en la "o", ni el pequeño tachón que esconde tu nombre; que no se pierdan las letras debajo del jarrón, que no se hundan entre las líneas del sofá.

Te he dicho te quiero para que no me escuches ni me quieras, te he dicho "no es cierto" para que te confundas y te vayas, y siempre uso vestidos de lija para que no te acerques, para que salgas raspado.
Si ves una niña cargando su peso en un maletín naranja, es porque siempre llevo una carta en el bolso por si te vuelvo a ver.


Lucía Olivares.
@Olivareslucia

domingo, 3 de marzo de 2013

Ser mujer...

... es un estado natural, algo que no decides, algo que siendo afortunada te permite respirar, hablar, escuchar, gozar de todos tus sentidos. La religión nos ubica como una parte del hombre, como una idea a partir de él, como la respuesta a una carencia de respaldo.
Se nos ha enseñado a ser mujer y tal vez no nos hemos cuestinado si nos gusta lo que aprendemos; para algunas es cómodo, esperanzador, una dicha, un elogio, suerte, bendición; para otras, una trampa, una atadura, como también es posible que existan mujeres que nunca se lo hayan cuestionado. A mi parecer, la feminidad es una característica hermosa, el ser delicada, el medir tus miradas, tu sonrisa, controlar tus movimientos, modular la voz, hasta caminar con desdén es un arte y es bellísimo, pero no te hace más mujer.
¿Un hijo? seguramente la maternidad explora y descubre el lado más natural y por lo tanto más humano de una persona, pero entonces, mientras no se es madre, ¿Qué tan mujer eres?, mientras tu cuerpo se autodescubre ¿Qué tan mujer eres?. Porque no creo que el maquillaje, los tacones, las fragancias dulces, el barniz en las uñas, todo eso que cuidamos tanto para agradar, aumente la calidad de mujer.

Si preguntamos ¿Qué es ser mujer? cada quien respondería distinto y sería lógico porque la experiencia define estos conceptos tan quebrados.
Mientras trabajo en la oficina ¿Qué tan mujer soy?
Mientras me encargo del hogar ¿Qué tan mujer soy?
Mientras me arreglo el cabello ¿Qué tan mujer soy?
Mientras conduzco mi coche ¿Qué tan mujer soy?


¿Qué sientes cuando dices "yo me siento muy mujer"?



Lucía Olivares
@Olivareslucia