Lucía Olivares
Con el paso del tiempo, la sociedad se ha llenado de prejuicios, generando roles, creando expectativas sobre unos y otros, marcando en un tabulador lo que es y no correcto, remitiendo cierto número de características a un tipo de persona, rechazando al diferente, apropiando al igual, al “seguidor”, al “borrego”, al “común”… al ser humano de sociedad.
Ese conjunto de elementos que aparecen alternativamente en contextos específicos es lo que rige nuestra vida, pareciera una declaración exagerada, pero no lo es, pues realmente todo aquello que deseamos, que tememos, incluso que odiamos, está determinado por nuestro entorno. ¿Ejemplifiquemos? Está bien, el temor es un mecanismo disuasivo, cuyo fin último es mantener los roles sociales y el equilibrio productivo funcionando, es por eso, que la mayoría de los temores son temas bastante cercanos, como el obtener un buen trabajo, formar parte de un grupo de cierto prestigio y crear una linda familia; los factores emocionales, tienen en primera instancia una referencia orgánica en su manifestación cultural. Lamentablemente hemos llegado a una etapa en donde los ojos del espectador son más importantes que los propios, donde vivimos para que el otro juzgue, nos convertimos en actores, en actores de un guión manipulado por cientos cabezas, donde ya no se permite ser protagonista, no es válido cuestionar y tu voz pasa de ser criterio a sonido, el cuerpo de medio a forma, el corazón de emoción a órgano y el alma de vida a caminante.
La vida no tiene sentido cuando te dedicas únicamente a seguir las huellas trazadas en el suelo, conociendo la meta que puede no excitarte pero te da seguridad. La vida no tiene sentido cuando te esfuerzas por agradar a los demás, cuando te conviertes en un primate tecnológico, cuando la maldad se confunde con inteligencia, cuando la inteligencia no provee, sino desgarra. La vida no tiene sentido cuando no le eres fiel a tus emociones.
La era del vacío de Gilles Lipoveptsky, señala entre muchos argumentos la frivolidad de nuestra época, la transformación y posible inexistencia de valores dentro de la sociedad, siendo regidos por la figura de narcicismo, viviendo un vacío de pasiones y compromisos, llenos de caprichos y fantasía, adulando una figura de cuatro picos que emite la luz, la que hemos de usar para seguir un camino…un camino cierto, efímero, frívolo y aburrido.
La vida por si sola va rompiendo paradigmas… nosotros elegimos lo que deseamos vivir. Lo importante siempre será la consciencia y respeto por ti mismo, esquivar las reglas, actuar conforme tu ideología, hablar sin miedo, pelear lo que te corresponde, ser de nuevo el medio, opinión, sentimientos, razón y vida. Vivir cual ser humano, a consecuencia de sus errores y expectativa de sus aciertos.
Somos dueños de nuestro propio destino. Felicidades. :)
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