jueves, 14 de diciembre de 2017

La enfermedad



           Le tememos a todo aquello que pueda alterar nuestra comodidad, y existe entonces una palabra que nos devuelve a lo humano, que nos recuerda lo imperfectos, lo mundanos, lo terrenales, lo temporales, lo frágiles,  lo prestado, lo inconstantes que somos: la enfermedad.

Pareciera que llega a recordarnos que todo lo construido con el cuerpo se destruye, que los huesos se rompen, que los músculos se desgarran, que el pelo y los dientes se caen, que el cuerpo se infla y desinfla, que los órganos funcionan y a veces no. La enfermedad es un mágico recordatorio de que somos lo que alberga la materia, pero no la materia; somos tal vez esa voz que piensa en levantarse aunque las piernas no le den, esa fuerza que intenta  expulsar lo que le hace daño, esa confusión al ver tu cuerpo lánguido y el alma vigorosa.

La enfermedad nos hace creer  que el encanto y la chingonería trabajada por años se pierden cuando la gente te descubre corriendo por una diarrea, cuando en un baño público eres incapaz de echarte un pedo, cuando una tos con flemas aparece en medio de una conversación,  cuando has dejado tu lugar con un montón de pañuelos usados, cuando quieres esconder con maquillaje la espinilla que te salió en la barbilla, cuando tu pelo se cae por un tratamiento y decides cubrir tu cabeza para que los demás no se enteren, para que no se hagan preguntas, para que no se asusten, para que no comenten. La enfermedad viene a recordarnos lo imperfectos que somos y lo fuertes que podemos llegar a ser.

En la comodidad difícilmente se descubre, en las penas nos volvemos grandes y en la grandeza encontramos sanación.

Me descubro en los momentos difíciles.

Y escribo para sanar.



Lucía Olivares
@Olivareslucia



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