miércoles, 11 de octubre de 2017

La envidia



      Podemos entristecernos por la pérdida de una persona amada, por el extravío de un objeto especial, por el incumplimiento de nuestras metas, por un sueño roto; también es posible enfadarse consigo mismo cuando fallas, cuando no has sido cauteloso ni perseverante; nos molestamos con los amigos cuando nos traicionan y nos hieren, aunque a veces sentimos rabia en sus momentos de mayor felicidad.

La envidia es un discreto y doloroso sentimiento de frustración que te carcome por dentro, porque no se desea, pero existe de manera inconsciente subrayando lo liviano de las relaciones, lo superfluo del cariño y la nula solidaridad.

Es silenciosa y venenosa, lastima y golpea con fuerza a quien no lo merece. La envidia es capaz de convertir tus pensamientos en alguien, solo por considerarlo más bello, más alto, más inteligente, más capaz, o en el peor de los casos, por poseer eso que tú deseas. El envidioso desperdicia el tiempo en destruir la felicidad del otro y se niega la posibilidad de encontrar la suya.

Aquello que envidiamos dice mucho de quienes somos; sus formas de expresión son innumerables, van desde el murmullo hasta las injurias, el rechazo y las agresiones sin motivo. Sin embargo, existen quienes se benefician de esta terrible sensación. La envidia más primaria de las mujeres engrosa la adquisición de productos de belleza; la envidia por dinero activa el consumismo; la envidia por estado anímico el uso y manejo de redes sociales: la mentira.

Es destructiva, asfixiante, amenazante. Es injusta, no es de amigos, mucho menos de amantes. La envidia muestra tus vacíos y desdichas, tus complejos, anhelos e incapacidades.

Quien ama se alegra contigo… quien irradia felicidad no lo opaca otro brillo.



Lucía Olivares
@Olivareslucia




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