Me acostumbro también a tenerte,
mamá, a saber que estarás ahí cuando regrese a casa, a saber que no haré más
que dejar la bolsa y sentarme a comer, sé que estás a unos pasos, que tengo tus
hombros para ponerme a llorar, que puedo perder las llaves todo la vida y
siempre me abrirás incluso antes de que toque la puerta, sé que no necesito
decir nada para que sepas lo que ocurre, como también sé que nunca podré terminar de
contarte algo sin tus múltiples interrupciones,
sé que tengo a la mejor compañera de café, que alguien me escucha
mientras cocina, que tengo un monitor constante, que cuando me equivoque la primera
en detectarlo serás tú y me lo dirás con crueldad, eres mi termómetro, después
de tu crítica puedo soportar cualquier otra.
Me disfrazaste de todo y aprendí
a ser princesa, bailarina, trapecista, bruja, duende, niña de la calle, muñeca,
y me lo tomé muy en serio… recurro a
esos personajes de vez en cuando y así como cuando era una niña, me quitas el
disfraz y me vistes de realidad.
Y sí, mamá, a veces se me olvida
que no soy sola, que soy tres, o cuatro, o cinco, o seis; a veces prefiero que
me vistas de niña y con moños otra vez, pero también me enseñaste a ponerme
tacones, a caminar segura, a sonreír primero y dudar después.
Lucía Olivares
@Olivareslucia
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