Todas las
mañanas me lo dice, voltea a verme mientras juega con una pluma, la detiene en
su labio, y luego, luego dice que me quiere.
Dice que me
quiere…
De vez en
cuando lo menciona en un mensaje de texto a altas horas de la noche, con un par
de letras de más, como si sus dedos se deslizaran sin control sobre las teclas,
algo alejado de la formalidad y el romanticismo, pero eso sí, de vez en cuando
dice que me quiere.
Dice que me
quiere…
Cuando todos
se han quedado callados, él toma la última frase y la convierte en canción,
alcanza las notas más altas y después de una sonrisa tímida, me mira y
entonces, dice que me quiere; otras veces me abraza de lado como grandes
amigos, y sí, también me lo dice.
Dice que me
quiere…
En cada
oportunidad, él dice que me quiere, lo escribe en una nota para que el resto no
comprenda, con el peor y más vago de sus recursos, pero, siempre, siempre dice que me quiere.
Dice que me
quiere…
Cuando me
recuerda por una fotografía, la observa y luego escribe que me quiere, en
ocasiones, lo reduce a dos o tres letras, pero, aun así dice que me quiere.
Y luego dudo del significado, de las plumas y los labios, de
las verdades del alcohol, de las
canciones, de la lejanía, de las palabras, del amor.
De repente, las palabras nos entorpecen, engloban tanto en
una sola frase, en una frase que se ha vuelto insípida e indeseable; en ocasiones
nos gusta escucharla, leerla, pero ya no pretendemos saborearla, ni olerla, ni
tocarla, porque ha quedado impresa en todas las conversaciones amables, en
todos los favores concedidos, en todos los mensajes inesperados.
Si las palabras fueran la única herramienta sería tan fácil
sentir el amor, las cartas continuarían escribiéndose solas, las serenatas
todavía estarían de moda, leeríamos un poco más, le tendríamos miedo al
whatsapp, a las conversaciones simultáneas; podríamos querer sin estar.
Decimos te quiero,
así como aprendimos a decir bye en
cada despedida, sin sentido, sin atención a lo expresado, como una maquinita
creadora de burbujas, en la que sin darnos cuenta entramos para aislarnos. Decimos
te quiero, porque así todos lo dicen, nos sentimos sinceros, nos sentimos
amigos, nos sentimos tan poco comprometidos. Tal vez falta conciencia, tal vez falta
entendernos, escucharnos, conocer, conocer el significado único de esa frase en
cada situación y hacia cada destinatario.
Te quiero
(grito de noche blanca...)
en el insomnio reflexivo
de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.
Julia De Burgos
(grito de noche blanca...)
en el insomnio reflexivo
de donde ha vuelto en pájaros mi espíritu.
Julia De Burgos
Lucía Olivares.
@Olivareslucia