Y de repente
es nada cuando luego sientes que la fatiga se acaba. Y de repente es nada,
cuando de tener todo, nunca terminabas. De repente es nada un Sol amarillo que
te alegraba, la mano áspera que anhelabas, los ojos tristes que antes no te
miraban, los tenis sucios que soñabas junto a tus zapatos del tres, el saco que
podría abrazarte apenas dieran las seis, el coche que no conducirías porque ahí
estaría él, la visión de veinte centímetros sobre tu cabeza, la voz que no arrulla
ni envenena; de repente es nada, cuando de pensarlo tanto ya hasta lo tocabas y
sin conocer su alma te atreves a decir que lo amas.
De repente
es nada las palabras tan sentidas que escribiste hace días, las carcajadas que
le regalaste a la vida, los saltos ridículos de niña perdida, las pasiones
atoradas… todo lo que resistías; de
repente es nada regresar a la cama con una mano tibia y otra helada, con la cabeza dando vueltas por aquello que no
esperabas, por las personas de las cuales ni siquiera te acordabas. Y de repente es nada los desvelos por una
tarea poco afinada, el libro que devoraste cual matona errante, las vueltas a
la cuadra con cara blanca, las mañanas de café con palabras atoradas. De
repente es nada aquel abrazo fuerte que te dobló el alma, las emociones que
nunca creíste generar, los años de
esfuerzo por una supuesta compensación, las horas sentada por un premio que no
llegó. Y de repente es absolutamente nada recordar en dónde estabas, hablar del
pasado enaltecido, recordar a los viejos amigos, cantar los noventas y esperar un diciembre aburrido. De repente
es nada un diploma del que nadie te ha de preguntar y las risas nerviosas de mamá,
esas lágrimas armadas porque las cosas te salieron mal, el coraje del Viernes y
la alegría de bailar.
Y se
convierte en nada su brazo alrededor de tu cintura, tu mano tímida tratando de
acomodar su ceja, la despedida que termina con el chocar de la reja, las notas
perfectas y la entrega invisible; de repente se convierte en nada los favores
que creíste no se olvidarían, las mañanas sonrientes, las estrellas en la
frente, su mirada conquistadora que te prometió el mundo regalándote una
servilleta, que te dibujó la sonrisa más inocente mientras te mentía con el
pecho de frente.
Y así de
simples son los días, porque el tiempo pasa y no puedes detenerlo, porque
hacemos planes que se derriten entre tus yemas, porque juramos muchas cosas que
casi nunca celebramos, porque lloramos muchas veces y ni quién nos haga caso,
porque peleamos todo el tiempo y mañana nos besamos, porque te digo adiós y
luego terminas en mí pegado, porque soñamos todo el tiempo y la realidad se vuelve
aburrida, porque tomamos decisiones que luego nos restriegan en la cara.
Y se
convierte en nada o en todo.
Lucía Olivares
@Olivareslucia
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