sábado, 8 de diciembre de 2012

La cera en tus yemas

           Y de repente es nada cuando luego sientes que la fatiga se acaba. Y de repente es nada, cuando de tener todo, nunca terminabas. De repente es nada un Sol amarillo que te alegraba, la mano áspera que anhelabas, los ojos tristes que antes no te miraban, los tenis sucios que soñabas junto a tus zapatos del tres, el saco que podría abrazarte apenas dieran las seis, el coche que no conducirías porque ahí estaría él, la visión de veinte centímetros sobre tu cabeza, la voz que no arrulla ni envenena; de repente es nada, cuando de pensarlo tanto ya hasta lo tocabas y sin conocer su alma te atreves a decir que lo amas.
De repente es nada las palabras tan sentidas que escribiste hace días, las carcajadas que le regalaste a la vida, los saltos ridículos de niña perdida, las pasiones atoradas… todo lo que resistías;  de repente es nada regresar a la cama con una mano tibia y otra helada,  con la cabeza dando vueltas por aquello que no esperabas, por las personas de las cuales ni siquiera te acordabas.  Y de repente es nada los desvelos por una tarea poco afinada, el libro que devoraste cual matona errante, las vueltas a la cuadra con cara blanca, las mañanas de café con palabras atoradas. De repente es nada aquel abrazo fuerte que te dobló el alma, las emociones que nunca creíste generar,  los años de esfuerzo por una supuesta compensación, las horas sentada por un premio que no llegó. Y de repente es absolutamente nada recordar en dónde estabas, hablar del pasado enaltecido, recordar a los viejos amigos, cantar los noventas  y esperar un diciembre aburrido. De repente es nada un diploma del que nadie te ha de preguntar y las risas nerviosas de mamá, esas lágrimas armadas porque las cosas te salieron mal, el coraje del Viernes y la alegría de bailar.
Y se convierte en nada su brazo alrededor de tu cintura, tu mano tímida tratando de acomodar su ceja, la despedida que termina con el chocar de la reja, las notas perfectas y la entrega invisible; de repente se convierte en nada los favores que creíste no se olvidarían, las mañanas sonrientes, las estrellas en la frente, su mirada conquistadora que te prometió el mundo regalándote una servilleta, que te dibujó la sonrisa más inocente mientras te mentía con el pecho de frente.
Y así de simples son los días, porque el tiempo pasa y no puedes detenerlo, porque hacemos planes que se derriten entre tus yemas, porque juramos muchas cosas que casi nunca celebramos, porque lloramos muchas veces y ni quién nos haga caso, porque peleamos todo el tiempo y mañana nos besamos, porque te digo adiós y luego terminas en mí pegado, porque soñamos todo el tiempo y la realidad se vuelve aburrida, porque tomamos decisiones que luego nos restriegan en la cara.
Y se convierte en nada o en todo.

Lucía Olivares
@Olivareslucia

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