viernes, 5 de octubre de 2012

Gato


                 El círculo obscuro se extendía lenta y rápidamente sin permitirle pestañear, sin permitirle tocar aquello que pudo ser un balón para jugar y ahora se convertía en una sábana uniforme que aburría hasta al más chistín de las grandes ciudades. Ahí estaba, cansada de caminar, no llegaba a ninguna parte, avanzar y retroceder era lo mismo, llorar… un grito al vacío. Una tarde no tan común, se pintó en la obscura nada una sonrisa quebrada, que no decía palabra pero alegraba, no sabía si mentía pero al menos sonreía y daba un poco de claridad a aquella sábana hostil.

Brenda, se acercó preguntándole qué camino debía tomar, pero la sonrisa sólo sonreía con más fuerza; Brenda lo intentó de nuevo: ¿Cuál es el camino correcto?  Y la sonrisa quedó intacta.

Me estoy equivocando de cuento entonces, pensó, al momento que se sentaba en el suelo decepcionada; esa luz que había llegado no la ayudaría a salir de sus problemas, no podía siquiera contestar una pregunta, no la ayudaría a salir de aquel terrible vacío en el que se encontraba, había llegado únicamente a sonreír con desequilibrio.

No puede salvarme con un beso porque no estoy dormida, no puedo bailar con él hasta la media noche porque no veo su cuerpo, no tenemos una alfombra para volar, ni un castillo para huir de él, entonces, sólo me queda ver su luz.

Así pasaron días, semanas, meses; Brenda estaba al borde de la desesperación y le generaba grandes conflictos el que su compañero nunca dejara de sonreír, estaba molesta, lo maldecía porque aún siendo su expresión tan fuerte faltaba luz para encontrar la salida; estaba cansada de hablarle, de preguntarle, de buscar atención y jamás recibirla, sólo una estúpida sonrisa. La molestia era tal, que Brenda empezó a reírse de lo complicado y a la vez ridículo de la situación, sus carcajadas hicieron eco en el lugar y se dio cuenta de que no era tan amplio como había imaginado; se acercó a la estática sonrisa respondiéndole de igual manera; por primera vez se presentó un ruido que la hizo dar media vuelta  y entonces, estando las sonrisas en la misma dirección, el camino se aclaró, no fueron más de seis pasos los que concluyeron el trayecto y marcaron la figura de lo que por meses fue sólo una mancha blanquecina.
 
Lucía Olivares
@Olivareslucia

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