Lucía Olivares.
Trabajo por esa mínima posibilidad, por ese porcentaje casi nulo, por el pequeño orificio que ilumina el salón más amplio, que no presenta una línea recta sino luz difusa, esa energía que te envuelve y luego te ahoga, esa energía que te alimenta y luego te deja desnutrido. Trabajo por aquello que a veces llamamos sueños, por aquello que creemos casi imposible, una locura, un milagro, un golpe de suerte; si así fuera, mi vida y tal vez la tuya sería un camino sin salida, sería una montaña sin cima, un árbol sin ramas, una casa sin ventanas… pero no importa.
El deseo y lo que vemos al no mirar, dirige nuestra estancia en este paisaje, no importa lo que anheles, podrá ser mucho, podrá ser poco, pero mientras exista esa mínima posibilidad de que “suceda”, entonces estaremos ahí, necios al placer, necios a la agonía que representa, necios al triunfo efímero como nosotros mismos, necios, pero presentes.
El trabajo hace que ese porcentaje vaya en aumento, que la ilusión sea cada vez más grande, mientras el futuro se vuelve pasado.
"-La ilusión no se come -dijo ella -No se come, pero alimenta -replicó el coronel."
Gabriel García Márquez.
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