lunes, 19 de febrero de 2024

Ir despacio


Caminaba como si la resistencia del agua quisiera enviarme a la otra orilla;
mantengo los brazos frente a mi para protegerme... no logro ver nada con claridad.
Opto por la distancia y la delicadeza en cada uno de mis pasos... prefiero ir despacio.
Cuando volteo hacia arriba todo parece más despejado; incluso,
hay aves que descansan en las últimas ramas secas que se fusionan con el cielo.
Se nos olvida que el poder del árbol es hacia adentro;
aunque parezca vacío por fuera, si sus raíces son fuertes, no se cae, no nos caemos.
¿Camino o me detengo? Solo depende del tiempo
¿Hacia arriba, hacia afuera o hacia adentro? Depende de lo que quiero
...
Camino como si la resistencia del agua quisiera enviarme a la otra orilla;
entonces, me siento, caigo, toco el piso, lo conozco... lo reconozco.
Ando a tiendas, con los brazos pegaditos a mi cuerpo,
desde aquí veo cómo se asoman los rayos del luz, claridades angostas.
Decido ir al nivel de la esencia, sin distraerme, sin pensar en las flores,
pensando en el camino... escuchando a las aves cantar




Lucía Olivares
01 de febrero 2024



lunes, 6 de noviembre de 2023

El arte de solo sentir

Lucía Olivares

En muchos contextos, hablar de sexualidad sigue siendo un tabú, ya que responde a un sinfín de factores como la educación, el contexto social, aspectos biológicos y psicológicos; por eso tan difícil definir la relación que hombres o mujeres tienen con el sexo.

A pesar de que algunos condicionantes sociales han ido cambiando y que ahora resulta más sencillo encontrarse con personas que exploran y viven su sexualidad con mayor soltura; sigue permeando la idea de que los hombres pueden expresar más libremente su deseo. A los varones se les pide un papel más activo y a las mujeres más pasivo o receptivo.

El falocentrismo (la idea de que el pene es el centro del mundo… y por lo tanto del placer) ha limitado la experiencia de la actividad sexual.

La principal creencia es que la relación termina cuando el hombre acaba

Según la sexóloga Arola Poch, esto tiene que ver con la idea de que el objetivo del sexo es la penetración, la reproducción y el placer exclusivo del hombre.

Y es que si miramos hacia atrás podremos identificar que la educación sexual recibida en México marca un inicio y un fin guiado por el falo. El encuentro sexual empieza con una erección y finaliza con la eyaculación. Esto, sin lugar a dudas, ha abreviado la expresión de la sexualidad, incluso de las posibilidades y terminaciones del cuerpo humano.

En muchos entornos, el sexo se comunica como algo sucio y las vibraciones del cuerpo como un botón que debe ser bloqueado o no reconocido… por eso, ante el deseo, solemos responder con miedo y culpa.


¿Qué pasa con el orgasmo?, ¿Alguna vez has fingido uno?

Es interesante cuestionarnos por qué fingir resulta tan común en las mujeres. La psicóloga y sexóloga Poch afirma que hay dos grandes motivos: Se finge un orgasmo para acabar lo antes posible con algo que no está siendo satisfactorio o para hacerle sentir a tu pareja que lo estás disfrutando.

Fingir un orgasmo no es recomendable en absoluto. Habla de nula comunicación y confianza con tu pareja.

De tanto fingir puede ser que ni siquiera sepas si realmente has tenido uno; y es complicado definir esa expresión máxima de placer porque es una experiencia completamente distinta para cada persona. Aunque si revisamos cuestiones técnicas, la sexóloga menciona que puede durar 15 segundos y se consigue habitualmente por estimulación del clítoris que produce contracciones en la zona vaginal.

George Bataille en su ensayo sobre ‘El erotismo’ denominó al orgasmo como la petíte mort, refiriéndose al abandono de la concien- cia durante algunos segundos de extremo placer.


Según Audrey Andrews, experta en relaciones, el cuerpo femenino es capaz de experimentar doce orgasmos di- ferentes. Estos son los cinco principales:

1. Al dormir: En el sueño la mente vive y explora libremente las fantasías sexuales sin pensamientos negativos.

2. Clitoriano: El clítoris cuenta 8,000 terminaciones nerviosas y está diseñado para dar placer a las mujeres.

3. Punto G: el punto G es el área pequeña y rica en nervios sobre la pared vaginal frontal.

4. Anal: Las paredes anales tienen terminaciones nerviosas y se encuentran entre las zonas erógenas más sensibles del cuerpo.

5. Pezoneros: Los pechos y pezones iluminan la misma parte del cerebro que responde a la estimulación genital y del clítoris.


El médico Wilhelm Reich, así como muchos teóricos de la sexualidad, comparten que, a mediados del siglo XX, el orgasmo o la actividad de descarga se convirtió en la meta, dejando de lado todos los canales que el cuerpo activa para el disfrute y delimitando la actividad a un principio y un fin.

Pensar que la responsabilidad del placer y el orgasmo es de tu pareja, y no tuya, genera una tensión inmensa principalmente en los varones, además de la desinformación que permea como el coitocentrismo que en las mujere reduce la exploración del cuerpo y sus zonas erógenas. En los hombres ocurre algo curioso: si todo el poder está en su pene, ¡imagínense! Eso conlleva una gran responsabilidad y, por lo tanto, muchas presiones como su tamaño y desempeño, que por lo general se refiere a “cuánto dura”. Por años, los hombres han aprendido que el “éxito” de todo encuentro sexual recae en esos dos factores cuando, en realidad, el ingrediente secreto es el gozo y dejar todos los prejuicios fuera. Es importante recordar que el verdadero centro del deseo y el placer es el cerebro; la autocrítica, sobreexigencia, comparaciones y presiones no te permitirán sentir y escuchar a tu cuerpo.

Por último, la sexóloga Arola Poch recomienda conocerse a sí mismo para alcanzar el orgasmo y que estando en pareja es básico comunicarse y ser generoso para que ambos puedan disfrutar.




martes, 1 de agosto de 2023

Morir en el presente

 

    Quisiera dejar de pensar en el instante siguiente, bañarme de incertidumbre a conciencia, dejar ir la idea de que todo tiempo pasado fue mejor o que el futuro vendrá a acomodar las piezas fallidas. Basta.

Creemos vivir contruyendo a futuro mientras morimos en el presente; deseábamos ser adultos para gozar de las libertades que ahora nos reprimimos. Por momentos, casi siempre, siento que la gente avanzó muy rápido y yo quedó atrás como una “simple” observadora; lo entrecomillo porque observar es el mejor recusos para el entendimiento y la no repetición.

No siempre he sido espectadora, también he caminado y he visto salir corriendo a muchos frente a mi. Hoy es esto, mañana puede ser completamente distinto.

No propongo que nos valga la vida, propongo dejar de presumir el presente como triunfo o condena.

En teorìa todo es más fácil. Se nos enseña tanto esperando poner en práctica como si la vida estuviera diseñada para todos exactamente igual. Sabiduría es la que adquieres tomando el control de tu vida en momentos inesperados. Fortaleza y flexibilidad para resistir y avanzar por los recovecos que encuentres.

Podría decir: Dichosos aquellos quienes han vivido lo que siempre creyeron, quienes no han tenido cambios en el guión, aunque – no lo sé – nada te quita la sorpresa y el orgullo de vivir una vida que jamás imaginaste y sentir que, al menos, en el presente, estás haciendo lo mejor posible al tiempo que descubres qué es lo que tienes que hacer.




domingo, 19 de junio de 2022

La vida era una, la tenía

 

La vida era una, la tenía. Pensaba en la permanencia como símbolo de felicidad… o certeza; “más vale lo que sea por conocido, que bueno por conocer”. Al más ligero cambio me asustaba, yo tenía un lugar y estaba segura ahí, solo tenía que seguir siendo eso que ya era. Muy pocas cosas cambiaron las primeras dos décadas, luego, aunque doloroso y revelador, yo seguía cobijada, encontrando un paraguas ante la lluvia, un sombrero para el sol, un impulso para brincar los charcos más largos y yo seguía siendo yo. Una vida que, como muchas, ya estaba destinada a ser de principio a fin… con muy poco de autoría.

Tuve y perdí. Creo que vivimos con ese miedo a perder lo que “nos hace ser”, el cuerpo, su tono, su figura; nuestro rol en una familia, en una oficina, en la sociedad; una condición física, espiritual, económica; y es aquí donde me pregunto qué de eso soy yo, si no ha dependido de mi, si no hay meritocracia en ello. Llegamos con un cuerpo lleno de características dadas, a una familia que nos abre una silla para ocupar un lugar en el que ya estaban sentadas muchas expectativas, a una religión, a un entorno socioeconómico y todo ello queremos preservarlo para “seguir siendo”, cuando en realidad allí no somos nada, porque así es imposible descubrirse.

Solo perdiendo encuentras, porque tienes que ir a buscar, y cuando pierdes algo, ¿qué es lo primero que hacemos? Ir a los sitios en los que has estado, seguir tus huellas, sentarte donde estuviste, levantar los pies, ver hacia abajo y a veces resulta que solo estás en pequeñas partecitas y descubres que ahora tú tienes que darte forma; que si llueve y te mojas no será para siempre, que el sol cala y deja estragos en tu piel… tienes que cuidarte tú sola, que tienes la fuerza suficiente para saltar el charco por más grande que sea y que, además, es muy divertido.

La vida era una, la tenía y la perdí.

Me he descubierto en el recorrido por los lugares que ocupé y me encontré más hábil, más fuerte, más valiente, más creativa, más risueña, más entregada, más firme, más segura, más divertida.

Y si esa que era yo siendo yo me encontrara ahora, estoy segura que me vería como algo muy lejano y extraño para ella, una mujer fuera de su molde. Y yo solo le recomendaría seguir viviendo con los ojos y corazón bien abiertos para descubrirse en ese cuento en el que despertamos.

Que si muero mil veces, mil uno voy a buscarme.

 


Lucía Olivares

@Olivareslucia





domingo, 12 de septiembre de 2021

Lola y la Esperanza

 

Lola y la esperanza.

Reconocía su vida al sentir el tórax contraerse frecuentemente, escuchar esporádicamente el latir de su corazón y observar cómo se erizaba la piel por el frío de Febrero; en sueños dormía y en sueños la recordaba también, dulce, alegre, enérgica, preparando para ella el pastel más austero y codiciado de todos sus amigos. Esperanza se había ido, iniciaba el vuelo a escasos días del aniversario de su nieta, dejando una silla vacía en el comedor, la llamada matutina que nunca llegó y el espacio destinado para aquel pastel de limón. Ahí, en un sillón frente a la entrada principal observaba entrar a los invitados, sin sonrisas, sin abrazos, sin deseos de verdad sólo guiaban sus miradas a los rostros de los demás; Lucía no perdía la esperanza… aún no la perdía, deseaba ver llegar a su abuela sonriente en un ejercicio de equilibrio, con su cabello negro y corto, sus manos pequeñas adornadas con finos anillos y aquel saco azul celeste que sólo usaba los Domingos… pero no llegó. Lucía impaciente hubiera decidido despedir a todos, dar las gracias por su presencia, por el espacio que ocupaban y aquellas pláticas que poco le interesaban, pero no lo hizo, respiró profundamente luego de escuchar el timbre y dirigirse de nuevo a la puerta, era su tío, el hijo mayor de Esperanza, esta vez no venía solo, llevaba con él una fiera, un ser de cuatro patas y grandes orejas, de manera inesperada la tenía entre sus brazos, su cuerpo pequeño se enredaba en ella y su nerviosismo la hacía temblar, no podía dejar de mirarla, le daba miedo, repulsión, no imaginaba su vida con aquel inoportuno obsequio. Lucía subía los pies al sillón para no rozar con aquellas patas blancas que sostenían un escuálido cuerpo negro, sí, una mezcla de color que no parecía convincente. Pronto la sala quedó vacía otra vez, Lucía miraba con desprecio a su única compañera… una perra, una perra que suplicaba cariño, una sonrisa o tal vez una conversación.

El tiempo transcurría como agua sobre piel, indecisa y temerosa, pues tendría que desaparecer, sus lágrimas discernían, ellas navegaban dulcemente en sus mejillas, de repente jugaban en su nariz de trampolín intentando caer en sus acolchonados labios y quedarse en ellos hasta desaparecer, mientras su cabello ondulado perseguía sus hombros buscando descansar en su pecho para escuchar su agitado corazón y protegerlo del frío que el papel dejaba entretejer; los sollozos eran protagonistas de la melancólica habitación y ahí, en la orilla de su cama la nueva inquilina de la casa que ahora llevaba por nombre Lola. El disco preferido de Lucía giraba en la vieja grabadora que había heredado de su abuela, la canción dieciséis había terminado y un pequeño cascabel se hacía sonar, constante, rítmico, para luego un gran salto ejecutar. Lola secaba sus lágrimas con su delgado y brillante vello negro, lamía su frente y mejillas con tanta dulzura que era imposible alejarla, la miraba, la miraba como quien tiene frente a sus ojos a un ser amado, sin prisa, detenidamente observaba cada parte de su rostro y al llegar a sus ojos tristes ladeaba su cabeza y la hacía sonreír, Lola formaba un espiral con su cuerpo y descansaba sobre las piernas de la joven, no dormía, sólo descansaba o tal vez pensaba en ella, en su soledad acompañada… y suspiraba.

La escena se repitió varias veces y Lucía quien en principio estaba renuente a la estadía de Lola no podía esquivar aquellos tiernos momentos con su mascota. Un día, Lucía regresó a casa luego de una de sus clases vespertinas y escuchó una melodiosa voz, como el canto de los ángeles o el coro de la iglesia; guiada por sus oídos entró a la habitación y sobre el sillón de lectura encontró a Lola, con la mirada fija y chispeante, “¡Eras tú!” dijo la joven dulcemente para luego abrazarla.

Pasaban mucho tiempo juntas, Lucía leía para Lola los más bellos cuentos y en otras ocasiones era Lola la que compartía historias con ella. Todas aquellas lágrimas que las unieron se estarían convirtiendo en risas. Lola se despertaba siempre muy temprano antes de que Lucía partiera a la universidad, se despedía con unos cuantos lengüetazos en la nariz y la esperaba ansiosa frente a la puerta principal, aquella puerta por la que Lucía imaginaba la entrada de Esperanza, su abuela, en su lugar llegaba Lola… esperanza al fin de cuentas.

Lola había aprendido tantas cosas, podía teclear su nombre en la computadora, abría los estantes de la cocina donde guardaban los dulces de leche, subía al sillón de lectura siempre a las ocho de la noche y llevaba a la ventana a todos los muñecos para que también pudieran ver el Sol. Lola sentía a su amiga muy sola, sola con ella, feliz a ratos y luego muy pensativa, entre sus pláticas hablaban de ese hombre tan esperado, de nuevo la esperanza presente, deseaba un compañero, una compañía distinta y Lola se sentía diminuta, tal vez sus juegos, sus abrazos, sus muestras de cariño no eran suficientes, ella compartía lo que Lucía más amaba, sus historias,  era una princesa, una guerrera, un hada madrina y a veces hasta un ogro, ¿Qué más necesitaba?. Lola entró a la habitación  y trepó al sillón de lectura en punto de las ocho de la noche, luego observó a Lucía sentada en su cama, escribiendo sobre su cuaderno azul, el más viejo de todos, aquel que guarda desde las historias de secundaria hasta los amores fallidos de una mujer; una lágrima cae, tan pesada como el mar entero, ahí está Lucía en medio de una amplitud inconveniente, deseando un vacío innecesario, extrañando lo que no conoce y deseando lo que aún no imagina. Lola no pudo secar sus lágrimas esta vez, Lola prefirió estar firme junto a ella, brindándole el calor que le hacía tanta falta a su compañera, su amiga. Luego de un rato se escucha a alguien tocar la puerta, Lucía se levanta, se mira en espejo y coloca detrás de sus orejas aquellos cabellos que invadían su rostro; abre, se encuentra frente unos ojos obscuros que la observan como si fuese un ángel, unos labios reprimidos, pues su mirada le ha robado las palabras, unas manos grandes y tensas buscan acariciar su rostro y sonríe, esa sonrisa que a Lucía tanta falta le hacía. Él baja la mirada como buscando algo que se escapa y alcanzan a observar la puntita blanca de la cola de Lola.

¡Lola, Lola! ¡Regresa! , Esperanza, ¡Regresa! – Grita Lucía ahogada en llanto.

Aquel la toma entre sus brazos y Lola huye feliz.

 

15 de octubre de 2011





 

domingo, 7 de febrero de 2021

El amor, el desamor y el enamoramiento, me enseñaron quien soy

 

Lucía Olivares

Quiero contarles, yo misma, cómo decidí amarme.

Resulta que desde antes de Cristo a la gente se le enseñó a vivir, incluso a sentir, a negar, a desconectarse de su cuerpo, a imitar, a seguir un guión, a describirse respecto a lo que otros vociferan de ti; y en medio de esa vorágine estaba yo, haciendo y viviendo como la sociedad dictaba para ser aceptaba, respetaba, amada, por fortuna nunca lo logré. La honestidad ha sido mi bandera, pretender me resulta incómodo; entonces construí una vida en solitario soñando con ser lo que soy ahora, visualizándome libre, creativa, compartiendo con personas que admiro, viviendo del arte, del pensamiento y la reflexión, provocando, acompañando, escuchando.

Por mi vida han pasado muchas personas, tres maestros en el amor de pareja. Con el primero aprendí que hay que vivir lo suficiente antes de elegir fusionarte, que hay que reconocer tu individualidad. Pasó mucho tiempo y presionada por lo que la gente dice, luego de decidir soportar el maltrato de un hombre durante mucho tiempo a lo lejos, llegué con quien pareciera mi antítesis, sin embargo nos acompañamos muchos años; con él aprendí lo que quiero, lo que me resulta importante en la vida, lo poco trascendente del dinero, el valor de una conversación profunda, la lealtad hacia ti mismo, la belleza de mirar hacia adentro. Después apareció en mi camino un viejo amigo que en su momento ya me había enseñado a disfrutar los momentos por breves que sean, a confiar y querer sin razones; su regreso posiblemente tuvo la misma función: confiar y quererme sin razón, ni condición, cerrar la boca para lo malo, vaciarla para hacer el bien, aceptar lo que siento, a ser valiente, a demostrarme quien soy.

El enamoramiento es algo que te pasa, ocurre de repente, muchas veces en el peor de tus momentos porque es ahí cuando necesitas a otro que te guíe y te demuestre las cicatrices que has de sanar. Cada relación tiene una maravillosa función si es que decides verla. El amor es justo eso, observar y abrazar aquello que se es, reconocer y abrazar lo que sientes sin juzgarlo, sin reprocharlo. Ese cliché que tantos repetimos y pocos hemos tenido la fortuna  de vivirlo “no se puede amar lo que no se conoce” es total y absolutamente cierto, vamos por la vida pretendiendo, camuflajeándonos, siento títeres, vaciándonos en otros, renunciando a lo que no sabes que eres. La vida siempre te empuja a hacer lo que en el momento toca. A mí, me ha dado el regalo de descubrirme, de conocerme, no de enamorarme, si no de amarme con todo lo que me hace distinta y lejana de muchos, pero genuina y cercana para mí.

Agradezco este momento porque, aunque la enseñanza ha sido dura e intensa, ahora me reconozco, además de fuerte, llena de amor y orgullosa de lo que tengo para entregar.





sábado, 15 de agosto de 2020

Dale al mundo lo que quieres recibir

 

Lucía Olivares.

Luciíta, ya cumpliste cinco años, eres muy chiquita, pero la vida ya comenzó. Esta que ves junto a ti eres tú también, veinticuatro años después. Mírame bien… espero que te guste lo que ves; eso es lo primero que tenemos que agradecer ¡La vida! nuestra historia continúa. Siéntete tranquila, tienes muchos permisos para equivocarte, pero necesito advertirte algo.

Veo tu carita y quisiera contarte el cuento más maravilloso, decirte que saltarás de alegría todos los días, que todo lo se desees llegará a ti al tronar los dedos, que siempre que te veas al espejo te encontrarás sonriendo, que no conocerás el piso porque no te vas a caer, que en la medida que ames serás amada, que todos a tu alrededor verán el mundo como tú lo ves, que todo lo que quieres será permanente, que solo llorarás de felicidad; pero a ti y a mi no nos gusta decir mentiras.

Tú vas a contar historias maravillosas, reales y profundas como tu mirada. Vas a llorar, no mucho, muchísimo. Cada vez que algo te emocione, cuando te sientas contenta con lo que hiciste en el día, cuando veas escenarios en tu mente, cuando sueñes, cuando acaricies tu corazón, vas a brincar muy alto; cada vez que pases junto a tu hermano y tu abuela vas a saltar y gritar ¡Soy feliz! Y eso lo aprenderás de papá. De él también aprenderás a entregarte en todo lo hagas, a regalar amor al mundo. No le tengas miedo a nada, Lucía. Eres mucho más fuerte que el miedo. Todo lo vas a superar. No le tengas miedo a nada, Lucía, menos al amor. El amor es fuerza.

Eres fuerza. Eres amor.

Tú vas a contar historias maravillosas, reales y sinceras como tu sonrisa. Te vas a caer, no pocas, muchas veces, pero no te acostumbres al suelo porque es ahí donde la gente tira su basura, el cielo siempre es más limpio y claro. Mira hacia arriba y tendrás paz.

Lucía, esto es importante: Nada es permanente… tampoco las personas y, eso, probablemente es lo más difícil de entender, por eso AMA, ama mucho. El mañana no existe. Solo hay un día, solo hay una realidad y es esta, se llama hoy. HOY AMA. Nunca sientas miedo, ni pena de decir lo que te indica el corazón. No te prives del regalo de amar, aunque no parezca, esas almas necesitan escucharte. Comprende. Antes de hablar sitúate en el lugar del otro y entiéndelo; la vida es complicada para todos y cada quien actúa y decide con lo que tiene guardado en su bolsita. Ya veo que tú ya tienes la tuya. Está muy bonita, Luchis. Rosa, obviamente. Te la bordó mamá. Te ves muy bonita, ¿por qué te da pena que te diga que estás bonita? Sí estás. De esa bolsita saca lo que no te guste, carga solo lo crees que te es útil, porque luego te puedes cansar y no vale la pena. Mamá es una mujer muy fuerte, te lo va a demostrar toda su vida. Recuerda que eres fuerza y eres amor.

Perdona, siempre perdona. La gente no lastima con propósito, a veces está confundida, a veces tiene miedo, a veces está triste o enojada, a veces no traen cosas bonitas en su bolsita. No los juzgues, si Dios lo puso en tu camino trata de ayudarlos y, si no puedes, reza por ellos, comparte algo de tu bolsita. Lo que tenemos y lo que sabemos es para el servicio de los demás.

Estoy muy orgullosa de ti ¡SÚPER ORGULLOSA! Tienes un corazón enorme. El amor es incondicional, no pide nada a cambio. Lo vives, lo sientes. Hay miles de millones de mundos, construye el tuyo, ¿Cómo lo queremos? Muy bonito, ¿verdad? Hay que empezar por nosotras. Sé la persona que te gustaría conocer, sé lo que necesitas que los demás sean para ti.

Y por último, escucha a tu cuerpo, cuídalo porque es nuestro compañero de vida, nuestro conducto. Escucha a tu cuerpo y a tu corazón, lo que sienten ellos sientes tú. Tú eres ellos. La cabeza suele tener más mensajes de otros que propios. Escúchate a ti. Confía en ti. Tú puedes. Tú sabes. Tú sientes. Cánsate, pero no te rindas. Te puedo decir que hasta ahora hemos cumplido todos nuestros sueños ¡Chócala! No pienses tanto, actúa. Sé libre y agradece la existencia de la gente que amas, porque todos ellos te aman de regreso.

Le estamos echando muchas ganas. ¡Hemos aprendido mucho!

Gracias por darle al mundo lo que le das. Gracias por conservar esa ternura. Cada quien lo que trae en su bolsita, revísala constantemente, busca lo que te hace falta y deshecha lo que te hace el camino pesado.

Eres la autora de tu vida. 

Dale al mundo lo que quieres recibir.

Te quiero mucho

 

 

 

Lucía Olivares.