Érase una vez... Lucia Olivares.
lunes, 19 de febrero de 2024
Ir despacio
lunes, 6 de noviembre de 2023
El arte de solo sentir
Lucía Olivares
En muchos contextos, hablar de sexualidad sigue siendo un tabú, ya que responde a un sinfín de factores como la educación, el contexto social, aspectos biológicos y psicológicos; por eso tan difícil definir la relación que hombres o mujeres tienen con el sexo.
A pesar de que algunos condicionantes sociales han ido cambiando y que ahora resulta más sencillo encontrarse con personas que exploran y viven su sexualidad con mayor soltura; sigue permeando la idea de que los hombres pueden expresar más libremente su deseo. A los varones se les pide un papel más activo y a las mujeres más pasivo o receptivo.
El falocentrismo (la idea de que el pene es el centro del mundo… y por lo tanto del placer) ha limitado la experiencia de la actividad sexual.
La principal creencia es que la relación termina cuando el hombre acaba
Según la sexóloga Arola Poch, esto tiene que ver con la idea de que el objetivo del sexo es la penetración, la reproducción y el placer exclusivo del hombre.
Y es que si miramos hacia atrás podremos identificar que la educación sexual recibida en México marca un inicio y un fin guiado por el falo. El encuentro sexual empieza con una erección y finaliza con la eyaculación. Esto, sin lugar a dudas, ha abreviado la expresión de la sexualidad, incluso de las posibilidades y terminaciones del cuerpo humano.
En muchos entornos, el sexo se comunica como algo sucio y las vibraciones del cuerpo como un botón que debe ser bloqueado o no reconocido… por eso, ante el deseo, solemos responder con miedo y culpa.
¿Qué pasa con el orgasmo?, ¿Alguna vez has fingido uno?
Es interesante cuestionarnos por qué fingir resulta tan común en las mujeres. La psicóloga y sexóloga Poch afirma que hay dos grandes motivos: Se finge un orgasmo para acabar lo antes posible con algo que no está siendo satisfactorio o para hacerle sentir a tu pareja que lo estás disfrutando.
Fingir un orgasmo no es recomendable en absoluto. Habla de nula comunicación y confianza con tu pareja.
De tanto fingir puede ser que ni siquiera sepas si realmente has tenido uno; y es complicado definir esa expresión máxima de placer porque es una experiencia completamente distinta para cada persona. Aunque si revisamos cuestiones técnicas, la sexóloga menciona que puede durar 15 segundos y se consigue habitualmente por estimulación del clítoris que produce contracciones en la zona vaginal.
George Bataille en su ensayo sobre ‘El erotismo’ denominó al orgasmo como la petíte mort, refiriéndose al abandono de la concien- cia durante algunos segundos de extremo placer.
Según Audrey Andrews, experta en relaciones, el cuerpo femenino es capaz de experimentar doce orgasmos di- ferentes. Estos son los cinco principales:
1. Al dormir: En el sueño la mente vive y explora libremente las fantasías sexuales sin pensamientos negativos.
2. Clitoriano: El clítoris cuenta 8,000 terminaciones nerviosas y está diseñado para dar placer a las mujeres.
3. Punto G: el punto G es el área pequeña y rica en nervios sobre la pared vaginal frontal.
4. Anal: Las paredes anales tienen terminaciones nerviosas y se encuentran entre las zonas erógenas más sensibles del cuerpo.
5. Pezoneros: Los pechos y pezones iluminan la misma parte del cerebro que responde a la estimulación genital y del clítoris.
El médico Wilhelm Reich, así como muchos teóricos de la sexualidad, comparten que, a mediados del siglo XX, el orgasmo o la actividad de descarga se convirtió en la meta, dejando de lado todos los canales que el cuerpo activa para el disfrute y delimitando la actividad a un principio y un fin.
Pensar que la responsabilidad del placer y el orgasmo es de tu pareja, y no tuya, genera una tensión inmensa principalmente en los varones, además de la desinformación que permea como el coitocentrismo que en las mujere reduce la exploración del cuerpo y sus zonas erógenas. En los hombres ocurre algo curioso: si todo el poder está en su pene, ¡imagínense! Eso conlleva una gran responsabilidad y, por lo tanto, muchas presiones como su tamaño y desempeño, que por lo general se refiere a “cuánto dura”. Por años, los hombres han aprendido que el “éxito” de todo encuentro sexual recae en esos dos factores cuando, en realidad, el ingrediente secreto es el gozo y dejar todos los prejuicios fuera. Es importante recordar que el verdadero centro del deseo y el placer es el cerebro; la autocrítica, sobreexigencia, comparaciones y presiones no te permitirán sentir y escuchar a tu cuerpo.
Por último, la sexóloga Arola Poch recomienda conocerse a sí mismo para alcanzar el orgasmo y que estando en pareja es básico comunicarse y ser generoso para que ambos puedan disfrutar.
martes, 1 de agosto de 2023
Morir en el presente
Quisiera dejar de pensar en el instante siguiente, bañarme de incertidumbre a conciencia, dejar ir la idea de que todo tiempo pasado fue mejor o que el futuro vendrá a acomodar las piezas fallidas. Basta.
Creemos vivir contruyendo a futuro mientras morimos en el presente; deseábamos ser adultos para gozar de las libertades que ahora nos reprimimos. Por momentos, casi siempre, siento que la gente avanzó muy rápido y yo quedó atrás como una “simple” observadora; lo entrecomillo porque observar es el mejor recusos para el entendimiento y la no repetición.
No siempre he sido espectadora, también he caminado y he visto salir corriendo a muchos frente a mi. Hoy es esto, mañana puede ser completamente distinto.
No propongo que nos valga la vida, propongo dejar de presumir el presente como triunfo o condena.
En teorìa todo es más fácil. Se nos enseña tanto esperando poner en práctica como si la vida estuviera diseñada para todos exactamente igual. Sabiduría es la que adquieres tomando el control de tu vida en momentos inesperados. Fortaleza y flexibilidad para resistir y avanzar por los recovecos que encuentres.
Podría decir: Dichosos aquellos quienes han vivido lo que siempre creyeron, quienes no han tenido cambios en el guión, aunque – no lo sé – nada te quita la sorpresa y el orgullo de vivir una vida que jamás imaginaste y sentir que, al menos, en el presente, estás haciendo lo mejor posible al tiempo que descubres qué es lo que tienes que hacer.
domingo, 19 de junio de 2022
La vida era una, la tenía
La vida era una, la tenía.
Pensaba en la permanencia como símbolo de felicidad… o certeza; “más vale lo
que sea por conocido, que bueno por conocer”. Al más ligero cambio me asustaba,
yo tenía un lugar y estaba segura ahí, solo tenía que seguir siendo eso que ya
era. Muy pocas cosas cambiaron las primeras dos décadas, luego, aunque doloroso
y revelador, yo seguía cobijada, encontrando un paraguas ante la lluvia, un
sombrero para el sol, un impulso para brincar los charcos más largos y yo
seguía siendo yo. Una vida que, como muchas, ya estaba destinada a ser de
principio a fin… con muy poco de autoría.
Tuve y perdí. Creo que vivimos
con ese miedo a perder lo que “nos hace ser”, el cuerpo, su tono, su figura;
nuestro rol en una familia, en una oficina, en la sociedad; una condición
física, espiritual, económica; y es aquí donde me pregunto qué de eso soy yo,
si no ha dependido de mi, si no hay meritocracia en ello. Llegamos con un
cuerpo lleno de características dadas, a una familia que nos abre una silla para
ocupar un lugar en el que ya estaban sentadas muchas expectativas, a una
religión, a un entorno socioeconómico y todo ello queremos preservarlo para
“seguir siendo”, cuando en realidad allí no somos nada, porque así es imposible
descubrirse.
Solo perdiendo encuentras, porque
tienes que ir a buscar, y cuando pierdes algo, ¿qué es lo primero que hacemos?
Ir a los sitios en los que has estado, seguir tus huellas, sentarte donde
estuviste, levantar los pies, ver hacia abajo y a veces resulta que solo estás
en pequeñas partecitas y descubres que ahora tú tienes que darte forma; que si
llueve y te mojas no será para siempre, que el sol cala y deja estragos en tu
piel… tienes que cuidarte tú sola, que tienes la fuerza suficiente para saltar
el charco por más grande que sea y que, además, es muy divertido.
La vida era una, la tenía y la
perdí.
Me he descubierto en el recorrido
por los lugares que ocupé y me encontré más hábil, más fuerte, más valiente,
más creativa, más risueña, más entregada, más firme, más segura, más divertida.
Y si esa que era yo siendo yo me
encontrara ahora, estoy segura que me vería como algo muy lejano y extraño para
ella, una mujer fuera de su molde. Y yo solo le recomendaría seguir viviendo
con los ojos y corazón bien abiertos para descubrirse en ese cuento en el que
despertamos.
Que si muero mil veces, mil uno
voy a buscarme.
domingo, 12 de septiembre de 2021
Lola y la Esperanza
Lola y la
esperanza.
Reconocía
su vida al sentir el tórax contraerse frecuentemente, escuchar esporádicamente
el latir de su corazón y observar cómo se erizaba la piel por el frío de
Febrero; en sueños dormía y en sueños la recordaba también, dulce, alegre,
enérgica, preparando para ella el pastel más austero y codiciado de todos sus
amigos. Esperanza se había ido, iniciaba el vuelo a escasos días del
aniversario de su nieta, dejando una silla vacía en el comedor, la llamada matutina
que nunca llegó y el espacio destinado para aquel pastel de limón. Ahí, en un
sillón frente a la entrada principal observaba entrar a los invitados, sin
sonrisas, sin abrazos, sin deseos de verdad sólo guiaban sus miradas a los
rostros de los demás; Lucía no perdía la esperanza… aún no la perdía, deseaba
ver llegar a su abuela sonriente en un ejercicio de equilibrio, con su cabello
negro y corto, sus manos pequeñas adornadas con finos anillos y aquel saco azul
celeste que sólo usaba los Domingos… pero no llegó. Lucía impaciente hubiera
decidido despedir a todos, dar las gracias por su presencia, por el espacio que
ocupaban y aquellas pláticas que poco le interesaban, pero no lo hizo, respiró
profundamente luego de escuchar el timbre y dirigirse de nuevo a la puerta, era
su tío, el hijo mayor de Esperanza, esta vez no venía solo, llevaba con él una
fiera, un ser de cuatro patas y grandes orejas, de manera inesperada la tenía
entre sus brazos, su cuerpo pequeño se enredaba en ella y su nerviosismo la hacía
temblar, no podía dejar de mirarla, le daba miedo, repulsión, no imaginaba su
vida con aquel inoportuno obsequio. Lucía subía los pies al sillón para no
rozar con aquellas patas blancas que sostenían un escuálido cuerpo negro, sí,
una mezcla de color que no parecía convincente. Pronto la sala quedó vacía otra
vez, Lucía miraba con desprecio a su única compañera… una perra, una perra que
suplicaba cariño, una sonrisa o tal vez una conversación.
El
tiempo transcurría como agua sobre piel, indecisa y temerosa, pues tendría que
desaparecer, sus lágrimas discernían, ellas navegaban dulcemente en sus
mejillas, de repente jugaban en su nariz de trampolín intentando caer en sus
acolchonados labios y quedarse en ellos hasta desaparecer, mientras su cabello
ondulado perseguía sus hombros buscando descansar en su pecho para escuchar su
agitado corazón y protegerlo del frío que el papel dejaba entretejer; los
sollozos eran protagonistas de la melancólica habitación y ahí, en la orilla de
su cama la nueva inquilina de la casa que ahora llevaba por nombre Lola. El
disco preferido de Lucía giraba en la vieja grabadora que había heredado de su
abuela, la canción dieciséis había terminado y un pequeño cascabel se hacía
sonar, constante, rítmico, para luego un gran salto ejecutar. Lola secaba sus
lágrimas con su delgado y brillante v
La
escena se repitió varias veces y Lucía quien en principio estaba renuente a la
estadía de Lola no podía esquivar aquellos tiernos momentos con su mascota. Un
día, Lucía regresó a casa luego de una de sus clases vespertinas y escuchó una
melodiosa voz, como el canto de los ángeles o el coro de la iglesia; guiada por
sus oídos entró a la habitación y sobre el sillón de lectura encontró a Lola,
con la mirada fija y chispeante, “¡Eras tú!” dijo la joven dulcemente para
luego abrazarla.
Pasaban
mucho tiempo juntas, Lucía leía para Lola los más bellos cuentos y en otras
ocasiones era Lola la que compartía historias con ella. Todas aquellas lágrimas
que las unieron se estarían convirtiendo en risas. Lola se despertaba siempre
muy temprano antes de que Lucía partiera a la universidad, se despedía con unos
cuantos lengüetazos en la nariz y la esperaba ansiosa frente a la puerta
principal, aquella puerta por la que Lucía imaginaba la entrada de Esperanza,
su abuela, en su lugar llegaba Lola… esperanza al fin de cuentas.
Lola
había aprendido tantas cosas, podía teclear su nombre en la computadora, abría
los estantes de la cocina donde guardaban los dulces de leche, subía al sillón
de lectura siempre a las ocho de la noche y llevaba a la ventana a todos los muñecos
para que también pudieran ver el Sol. Lola sentía a su amiga muy sola, sola con
ella, feliz a ratos y luego muy pensativa, entre sus pláticas hablaban de ese
hombre tan esperado, de nuevo la esperanza presente, deseaba un compañero, una
compañía distinta y Lola se sentía diminuta, tal vez sus juegos, sus abrazos,
sus muestras de cariño no eran suficientes, ella compartía lo que Lucía más
amaba, sus historias, era una princesa,
una guerrera, un hada madrina y a veces hasta un ogro, ¿Qué más necesitaba?.
Lola entró a la habitación y trepó al
sillón de lectura en punto de las ocho de la noche, luego observó a Lucía
sentada en su cama, escribiendo sobre su cuaderno azul, el más viejo de todos,
aquel que guarda desde las historias de secundaria hasta los amores fallidos de
una mujer; una lágrima cae, tan pesada como el mar entero, ahí está Lucía en
medio de una amplitud inconveniente, deseando un vacío innecesario, extrañando
lo que no conoce y deseando lo que aún no imagina. Lola no pudo secar sus lágrimas
esta vez, Lola prefirió estar firme junto a ella, brindándole el calor que le
hacía tanta falta a su compañera, su amiga. Luego de un rato se escucha a
alguien tocar la puerta, Lucía se levanta, se mira en espejo y coloca detrás de
sus orejas aquellos cabellos que invadían su rostro; abre, se encuentra frente
unos ojos obscuros que la observan como si fuese un ángel, unos labios
reprimidos, pues su mirada le ha robado las palabras, unas manos grandes y
tensas buscan acariciar su rostro y sonríe, esa sonrisa que a Lucía tanta falta
le hacía. Él baja la mirada como buscando algo que se escapa y alcanzan a
observar la puntita blanca de la cola de Lola.
¡Lola,
Lola! ¡Regresa! , Esperanza, ¡Regresa! – Grita Lucía ahogada en llanto.
Aquel la
toma entre sus brazos y Lola huye feliz.
15 de octubre de 2011
domingo, 7 de febrero de 2021
El amor, el desamor y el enamoramiento, me enseñaron quien soy
Lucía Olivares
Quiero contarles, yo misma, cómo
decidí amarme.
Resulta que desde antes de Cristo
a la gente se le enseñó a vivir, incluso a sentir, a negar, a desconectarse de
su cuerpo, a imitar, a seguir un guión, a describirse respecto a lo que otros vociferan
de ti; y en medio de esa vorágine estaba yo, haciendo y viviendo como la
sociedad dictaba para ser aceptaba, respetaba, amada, por fortuna nunca lo
logré. La honestidad ha sido mi bandera, pretender me resulta incómodo; entonces
construí una vida en solitario soñando con ser lo que soy ahora, visualizándome
libre, creativa, compartiendo con personas que admiro, viviendo del arte, del
pensamiento y la reflexión, provocando, acompañando, escuchando.
Por mi vida han pasado muchas
personas, tres maestros en el amor de pareja. Con el primero aprendí que hay
que vivir lo suficiente antes de elegir fusionarte, que hay que reconocer tu
individualidad. Pasó mucho tiempo y presionada por lo que la gente dice, luego
de decidir soportar el maltrato de un hombre durante mucho tiempo a lo lejos,
llegué con quien pareciera mi antítesis, sin embargo nos acompañamos muchos
años; con él aprendí lo que quiero, lo que me resulta importante en la vida, lo
poco trascendente del dinero, el valor de una conversación profunda, la lealtad
hacia ti mismo, la belleza de mirar hacia adentro. Después apareció en mi
camino un viejo amigo que en su momento ya me había enseñado a disfrutar los
momentos por breves que sean, a confiar y querer sin razones; su regreso
posiblemente tuvo la misma función: confiar y quererme sin razón, ni condición,
cerrar la boca para lo malo, vaciarla para hacer el bien, aceptar lo que
siento, a ser valiente, a demostrarme quien soy.
El enamoramiento es algo que te
pasa, ocurre de repente, muchas veces en el peor de tus momentos porque es ahí
cuando necesitas a otro que te guíe y te demuestre las cicatrices que has de
sanar. Cada relación tiene una maravillosa función si es que decides verla. El amor
es justo eso, observar y abrazar aquello que se es, reconocer y abrazar lo que
sientes sin juzgarlo, sin reprocharlo. Ese cliché que tantos repetimos y pocos
hemos tenido la fortuna de vivirlo “no se puede amar lo
que no se conoce” es total y absolutamente cierto, vamos por la vida
pretendiendo, camuflajeándonos, siento títeres, vaciándonos en otros,
renunciando a lo que no sabes que eres. La vida siempre te empuja a hacer lo
que en el momento toca. A mí, me ha dado el regalo de descubrirme, de
conocerme, no de enamorarme, si no de amarme con todo lo que me hace distinta y
lejana de muchos, pero genuina y cercana para mí.
Agradezco este momento porque,
aunque la enseñanza ha sido dura e intensa, ahora me reconozco, además de
fuerte, llena de amor y orgullosa de lo que tengo para entregar.
sábado, 15 de agosto de 2020
Dale al mundo lo que quieres recibir
Lucía Olivares.
Luciíta, ya cumpliste cinco años,
eres muy chiquita, pero la vida ya comenzó. Esta que ves
junto a ti eres tú también, veinticuatro años después. Mírame bien… espero que
te guste lo que ves; eso es lo primero que tenemos que agradecer ¡La vida! nuestra
historia continúa. Siéntete tranquila, tienes muchos permisos para equivocarte,
pero necesito advertirte algo.
Veo tu carita y quisiera contarte
el cuento más maravilloso, decirte que saltarás de alegría todos los días, que
todo lo se desees llegará a ti al tronar los dedos, que siempre que te veas al
espejo te encontrarás sonriendo, que no conocerás el piso porque no te vas a
caer, que en la medida que ames serás amada, que todos a tu alrededor verán el
mundo como tú lo ves, que todo lo que quieres será permanente, que solo
llorarás de felicidad; pero a ti y a mi no nos gusta decir mentiras.
Tú vas a contar historias
maravillosas, reales y profundas como tu mirada. Vas a llorar, no mucho,
muchísimo. Cada vez que algo te emocione, cuando te sientas contenta con lo que
hiciste en el día, cuando veas escenarios en tu mente, cuando sueñes, cuando
acaricies tu corazón, vas a brincar muy alto; cada vez que pases junto a tu
hermano y tu abuela vas a saltar y gritar ¡Soy feliz! Y eso lo aprenderás de
papá. De él también aprenderás a entregarte en todo lo hagas, a regalar amor al
mundo. No le tengas miedo a nada, Lucía. Eres mucho más fuerte que el miedo. Todo
lo vas a superar. No le tengas miedo a nada, Lucía, menos al amor. El amor es
fuerza.
Eres fuerza. Eres amor.
Tú vas a contar historias
maravillosas, reales y sinceras como tu sonrisa. Te vas a caer, no pocas,
muchas veces, pero no te acostumbres al suelo porque es ahí donde la gente tira
su basura, el cielo siempre es más limpio y claro. Mira hacia arriba y tendrás
paz.
Lucía, esto es importante: Nada
es permanente… tampoco las personas y, eso, probablemente es lo más difícil de
entender, por eso AMA, ama mucho. El mañana no existe. Solo hay un día, solo
hay una realidad y es esta, se llama hoy. HOY AMA. Nunca sientas miedo, ni pena
de decir lo que te indica el corazón. No te prives del regalo de amar, aunque
no parezca, esas almas necesitan escucharte. Comprende. Antes de hablar sitúate
en el lugar del otro y entiéndelo; la vida es complicada para todos y cada
quien actúa y decide con lo que tiene guardado en su bolsita. Ya veo que tú ya
tienes la tuya. Está muy bonita, Luchis. Rosa, obviamente. Te la bordó mamá. Te
ves muy bonita, ¿por qué te da pena que te diga que estás bonita? Sí estás. De esa
bolsita saca lo que no te guste, carga solo lo crees que te es útil, porque luego
te puedes cansar y no vale la pena. Mamá es una mujer muy fuerte, te lo va a
demostrar toda su vida. Recuerda que eres fuerza y eres amor.
Perdona, siempre perdona. La gente
no lastima con propósito, a veces está confundida, a veces tiene miedo, a veces
está triste o enojada, a veces no traen cosas bonitas en su bolsita. No los
juzgues, si Dios lo puso en tu camino trata de ayudarlos y, si no puedes, reza
por ellos, comparte algo de tu bolsita. Lo que tenemos y lo que sabemos es para
el servicio de los demás.
Estoy muy orgullosa de ti ¡SÚPER
ORGULLOSA! Tienes un corazón enorme. El amor es incondicional, no pide nada a
cambio. Lo vives, lo sientes. Hay miles de millones de mundos, construye el
tuyo, ¿Cómo lo queremos? Muy bonito, ¿verdad? Hay que empezar por nosotras. Sé la
persona que te gustaría conocer, sé lo que necesitas que los demás sean para
ti.
Y por último, escucha a tu
cuerpo, cuídalo porque es nuestro compañero de vida, nuestro conducto. Escucha
a tu cuerpo y a tu corazón, lo que sienten ellos sientes tú. Tú eres ellos. La cabeza
suele tener más mensajes de otros que propios. Escúchate a ti. Confía en ti. Tú
puedes. Tú sabes. Tú sientes. Cánsate, pero no te rindas. Te puedo decir que
hasta ahora hemos cumplido todos nuestros sueños ¡Chócala! No pienses tanto,
actúa. Sé libre y agradece la existencia de la gente que amas, porque todos
ellos te aman de regreso.
Le estamos echando muchas ganas. ¡Hemos
aprendido mucho!
Gracias por darle al mundo lo que
le das. Gracias por conservar esa ternura. Cada quien lo que trae en su
bolsita, revísala constantemente, busca lo que te hace falta y deshecha lo que
te hace el camino pesado.
Eres la autora de tu vida.
Dale al mundo lo que quieres
recibir.
Te quiero mucho
Lucía Olivares.