Decía mi abuela que las amigas
son lo mejor que tenemos; me parecía extraño, ¿cómo podían estar ellas por
encima de la familia y la pareja? Tendría que revisar su historia, que ahora
entiendo. Entiendo el valor y la fortaleza que te dan esas amigas que por
tantos años creí perdidas. Es cuando te sientes sola, cuando crees
que has perdido lo que te sostenía, cuando el piso parece frágil y hay que
abrir las piernas buscando los cimientos para no caerse, cuando descubres que el
equilibrio y la fuerza viven en ti, pero que si alguien sostiene tus antebrazos
mientras te estabilizas, no caerás tantas veces, y reirás en los mareos, o tal
vez llores, pero acompañada; tal vez llores mientras alguien te sirve un café o
intenta convencerte de tomar o hacer lo que nunca has hecho, y la experiencia
se convierte en algo más. Tal vez el teléfono comience ahora a sonar,
curiosamente mucho más que antes; voces distintas y anécdotas siempre
superables. Tal vez ahora las caminatas sean naturales, las calles y las
ciudades sean pequeñas para tantos temas pendientes; los desayunos se
conviertan en comidas y en las cenas te corran del lugar. Ahora ver una
película sea una odisea y comer se convierta en el pretexto para compartir
historias. Esos hombros chiquitos que sostienen tan bien, esas llamadas en las
que siempre hay respuestas… y la paciencia, la bendita paciencia.
Decía mi abuela que las amigas
son lo mejor que tenemos, yo agradezco ahora su presencia en la cercanía y la
distancia. Me doy las gracias por dejarme sostener, por seguir confiando, por
darme la oportunidad de perderme, de andar y perderme, de dejarme guiar y tomar riesgos mientras ellas sostienen mis antebrazos, a veces justo antes de la caída.
Nadie le preguntó a mi abuela qué
soñaba, yo nunca lo hice, supuse que nada. Ahora creo imposible que una persona
no sueñe y perverso que no te inviten a soñar.
A veces necesitamos del despojo
para mirar hacia adentro y encontrar eso que realmente te hace sentir vivo A
TI, cualquiera que sea tu nombre.
Te quise llenar de amor y me
vacié de mí, me vacié contigo, nos vaciamos juntos, me llené de miedo, me llené
de ti. El desagüe ha sido doloroso, ver correr el agua y sentir cómo el globo
se desinfla, pero ¿sabes? Se llena, y vienen ellas y le soplan; soplas tú hacia
adentro con cada respiración profunda para darte fuerza y poco a poco el piso
se hace firme. Te descubres tomada de la mano como una red infinita que no se
sueltan y no se dejan caer.
@Olivareslucia
hermoso lo que compartes Lucía
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