miércoles, 17 de mayo de 2017

La mujer en los medios de comunicación


Se ha hablado hasta el cansancio del papel de la mujer en la sociedad, los cambios en los roles, la evolución de nuestra participación, la violencia de género, la brecha salarial, lo agotador que es ser mamá trabajadora, abusos sexuales, feminicidios, legalización del aborto, las expectativas sociales, exigencias físicas y esa búsqueda incansable por encontrar tu forma de ser mujer en un mundo dominado por hombres durante años.

Debido al periodo electoral que vivimos en Coahuila, se ha puesto sobre la mesa el papel de los comunicadores laguneros, no de los seis periodistas asesinados en lo que va del 2017, ni de la huelga digital que realizaron varios medios nacionales para exigir justicia y seguridad al gremio. No. Se habla de los comunicadores que, a decir de un grupo social, (podrán o no estar en lo cierto) se venden, venden el oficio y convierten sus espacios en centros de halago y publicidad.

Un par de semanas atrás me topé con una entrevista a la periodista Rosa María Calaf, ¡interesantísima! Ella hablaba de que la ciudadanía cree que está informada cuando en realidad solo está entretenida, ¡eso es peligroso! y no nos damos cuenta, porque ahora tenemos la creencia de que lo que cualquier usuario comparte en redes o en cadenas de Whatsapp es, y muchas veces no, no es.
Calaf también mencionaba que la información es cada vez menos rigurosa; en los medios puedes notar que la forma de comunicar se ha modificado porque la sociedad te pide condensar, la tecnología nos está haciendo flojos, no queremos y ya no sabemos esforzarnos más.

Además de estos conceptos, la periodista española habló de la labor periodística, del papel que jugamos quienes trabajamos en un medio de comunicación “El periodista no puede ser más importante que lo que cuenta porque entonces hacemos del periodismo un espectáculo” el trabajo del comunicador es comunicar, el protagonista de cualquier espacio televisivo, radiofónico, impreso, debe ser el hecho, los datos, los testimonios, la información y no sé en qué momento esto cambió. Actualmente puede ser más importante qué ropa usarás para pararte frente a una cámara que lo que vas a decir, ¿y saben qué? también como consumidores nos percatamos más de esos detalles que de la propia información.

“Ahora vuelve una sexualización de la mujer, sobre todo en los medios visuales, donde se prioriza la apariencia física y la edad... ¿Qué importa la belleza en una periodista? Estamos hablando de información. En el entretenimiento puede ser relativamente diferente, pero en la información no se está valorando si lo hace bien, sino que se suma la valoración del patrón físico”, decía Rosa María Calaf, y es que si eres bonita, lo que tienes se lo debes a tu belleza aunque te quemes las pestañas estudiando, porque vemos más y profundizamos poco.

Hacerse camino en esta profesión no es fácil, sin importar el medio en que te encuentres, se compite todo el tiempo, porque sí: todos quieren llegar, y siempre llegarán personas más jóvenes y con nuevas ideas, eso es una alerta amarilla para los trabajadores todo el tiempo, porque es difícil mantenerte en el nivel que esperas. En este gremio se mueven egos y envidias, todos los tenemos aunque digamos que no.
Se cree que para pertenecer a un medio debes tener una cara hermosa o una voz privilegiada; yo jamás sospeché que estaría frente a un micrófono, fue algo que busqué sin saber lo quería, pero que he aprendido a querer muchísimo, porque creo en lo que hago. Es difícil llegar muy joven, sentirte chiquita e inexperta, duelen los golpes al ego cuando practicamente toda la ciudad nota tus garrafales errores, se sufren  los latigazos que se da uno mismo cuando no sabes todo lo que deberías saber, y es que desde la universidad te dicen que un comunicólogo “debe saber un poquito de todo”, lastima despedirte de los espacios que se convierten en tu casa, cuesta hacer las cosas diferente, es frustrante que el hombre te haga creer que es intelectualmente superior. Ah y no es bonito saber cuántas cosas horribles ocurren en el mundo. Recuerdo que mucho antes de dedicarme a esto creía que los noticieros llegaban a un punto donde se hacían inmunes a los terrores de la calle, pero desde donde estoy parada noto que la piel se eriza cada vez más, la sed de justicia se hace mayor, el coraje es inevitable, y a veces, aunque quisieras no hablar, hay que gritar.

Los comunicadores (o los periodistas) deberíamos tener claro que nuestro trabajo es informar y que nuestra vida privada no tendría por qué tener un lugar en la jerarquización. Como dijo Antonio González – Karg de Juámbelz, director de El Siglo de Torreón, en entrevista con Marcela Pámanes en Entre Laguneros: “el medio no puede ser noticia, el medio es el canal, el vaso comunicante entre los hechos y los receptores”.


Hay una frase de Elena Poniatowska que me encanta “me volví periodista aunque estaba condenada a ser una niña con una casa bonita, un marido bonito, unos hijos bonitos, una mesa bonita” porque me identifico y, al menos en mi caso, creo que a esta profesión, por sobre todas las cosas, se le debe tener mucha fe y mucho amor.
Como mujeres en los medios nos queda la responsabilidad de respetar y dignificar el género


Lucia Olivares
@Olivares




sábado, 6 de mayo de 2017

Mamá, ¿soy una buena hija?


Tal vez tú mismo te lo estás cuestionando ahora y coincidirás con que es una pregunta muy difícil de responder, seguramente le ocurre lo mismo a las mamás, porque uno ama y demuestra el amor a su manera, más no sabemos si esas expresiones de amor sean siempre lo que el otro necesita.

A mi mamá le ahorré muchas preocupaciones mundanas, pero le compré otras no tan pasajeras. Mi mamá nunca sufrió por mis llegadas tardes a la casa en estado inconveniente, por algún vicio de adolescente, bajas calificaciones o por comportamientos inapropiados, aprendí a ser responsable y desee siempre que mis papás se sintieran orgullosos de mi, lo deseo aún. 

Fui la niña correcta que hace las cosas correctas, la que buscaba ser la mejor estudiante y la mejor bailarina, amé las aulas, amé a mis profesores, me reté y los reté, fui muy inocente y poco a poco aprendí a defenderme, sigo aprendiendo a poner límites; pero esa “corrección” me ha traído muchas buenas y muchas malas, esas malas – sin pensarlo – se convirtieron en una preocupación para mamá y papá. Sentía que no encajaba en ningún grupo porque no me gustaba lo que hacían los demás, a mi me gustaba platicar, conocer, así que empecé a leer y a ocuparme de diferentes maneras, a querer como loca a los amigos que llegaban, a extrañar como loca a los amigos que se iban y a seguir un sueño que encontré en el camino: ser escritora, ser una gran comunicadora.

Mamá tal vez preferiría ver a su hija un poco menos preocupada, más acompañada, más arreglada, menos exigente, pero yo no quise ser así, o tal vez encontré esta manera que se acomodó más a mis inquietudes, a lo que me interesa de la vida. 

Mamá, yo quise batallar porque creo que así mejores cosas se encuentran y he pagado (y les he hecho pagar) el precio de buscar lo justo, lo difícil, de actuar siempre de acuerdo a lo que pienso, aunque a muchos esto no les parezca. 

Mamá, no sé si soy una buena hija, mi pecado está en las palabras y ahí mismo mi virtud. El camino por más solo que parezca siempre ha tenido otras huellas, porque siempre, aunque no te parezca, vas tú.






Lucía Olivares
@Olivareslucia