jueves, 27 de junio de 2013

La noche


Hace tres días la niña salió a buscar un libro;  estando frente a la librería, el día dejó de ser día, la noche caminó a su encuentro.
 La niña entró y los libros del primer estante se cayeron con el golpe de la puerta, ella asustada se inclinó a recogerlos.

-          “¡No te molestes! Puedo hacerlo yo”  se escuchó.
La niña volteó encontrándose con un muchacho alto con camisa a cuadros que se dirigía hacia ella. Y caminaron. Se contaron historias, tantas como las que tiradas en el suelo dormían unas sobre otras, entrelazando climas y personajes, las pastas duras lastimando a las más débiles que llevan impresas fuertes caballeros.

Comieron una nieve de mango, de esas que pides con copete o sin copete, de esas que comes primero lentamente y luego a cucharazos.
Anduvieron por los caminos más peligrosos de la noche, pero nadie los veía. La noche no dejó de ser noche.

 
El vaso de nieve seguía a la mitad después de tanto camino. La niña no estaba cansada, todavía.

Llegaron, por fin, a la librería. “100% Justin Bieber” dejaba caer su impresionante peso sobre “Los cuentos de Oscar Wilde”; Carlos Ruiz Zafón en versión V.I.P. con pasta hiper dura se mantenía firme, mientras “Cumbres Borrascosas” se deshojaba triste y dolorosamente. Los dos libros que quedaban de “Aprendiendo a ser jefe” se apoyaban uno sobre otro y parecía que la biografía de Sor Juana no quería mezclarse con los demás. 

La noche dejó de ser noche.

 
La niña, viéndose sola, dio media vuelta para regresar a casa, dejó el vaso de nieve junto a la puerta. Cuando el muchacho llegó a la librería tiró accidentalmente el agua de mango. Deseaba que el día dejara de ser día.




Lucía Olivares.
@Olivareslucia
 

martes, 4 de junio de 2013

El futuro no será de nadie… así decía


         El amor que se deshace con el tiempo, como la nieve bajo el Sol, como se desgasta la pintura de tu coche,  como la piel,  como tus dientes. El desenfreno que se estabiliza, que pierde la ilusión; los sueños perseguidos, la lucha  y la ambición.

Nos ata la seguridad, el compromiso, la corrección, dejamos los amores nuevos, pues el camino a casa está ya trazado, el tiempo medido, la distancia controlada. Tenemos un tenedor especial, un lugar en el desayunador, la costumbre de los espacios que hay que compartir y tal vez exista algo más interesante, más provocador, más grande, ¡Especial!, pero no, no podemos arriesgar lo construido con los años, no podemos olvidar el pasado, ni pretender que el futuro nos pertenece.

Nos despiertan los sueños. Soñar todos los días, actuar cada momento por acercarte a un deseo, planear,  redactar metas y seguirlas al pie de la letra, ¿Por qué no funciona?, ¿Qué estoy haciendo mal? ¡Maldita sea! ¡Qué estoy haciendo mal!

Lo gritaste. Aquel gritó la desdicha de su matrimonio y sigue atado, la pintora, gritó su próximo éxito y no lo ha conseguido. Él ama incondicionalmente a otra mujer; ella, posee un talento espectacular y nadie lo ve, ¿Están todos mal? ¿Necesita una vida trágica como Frida? ¿Tendrá que dejar de ser Lola?

Ellos intentaron.  Vivir un amor mágico que se rompería cuando los detalles mínimos se apoderaran de los máximos. Seguir sus convicciones, emocionarse al pintar un paraíso y luego tener que reemplazarlo por las sandías que pedía su cliente. ¡Maldita sea! ¡Qué estoy haciendo mal!

¿De quién es el futuro, entonces?



El futuro no será de nadie, de Oscar de la Borbolla.



Lucía Olivares.
@Olivareslucia