viernes, 12 de octubre de 2012

La oferta y la demanda del poder


Lucía Olivares
 

            Las tragedias invaden los hogares de los mexicanos, diluvios provocados por hermosas mujeres de la televisión, la riqueza inalcanzable, el arraigo al hombre, amistades temerosas, fraudes, embustes que al final de cuentas terminan por resolverse; el famoso final feliz protagonista de todas las historias ficticias que nos alimentan desde las 4 hasta las 10 de la noche.

Se dice que la esperanza del mexicano se encuentra en ese aparato que para algunos continua siendo una caja negra, pesada, con dos líneas en medio, vibrantes y estorbosas; mientras que los más afortunados adornan sus habitaciones con pantallas gigantes que no  se atreven a encender.

Le hemos dado exclusiva a la palabra traición, lo hemos convertido en algo monetario, abusivo para una generalidad, dejando aparte las pequeñas y sencillas relaciones, los acercamientos cariñosos e hirientes. Hablamos de traición sólo como referente a los “grupos de poder”, a los políticos, a los “adinerados”.

El problema no es la distribución de la riqueza, sino la manera de conseguirla y el darse cuenta de que el sistema, nuestro sistema, está hecho para que nos vean la cara y pagarles por ello. El fuero político en México se ha distorsionado con el tiempo, lo que en principio fungía como protección y/o respaldo para algunos líderes, se convirtió en la oportunidad de engrandecimiento de muchos, de faltas morales aprobadas, de abusos humanos, de estar exentos a la ley.

Las malas intenciones; esos pequeños, inocentes y manejables conflictos de intereses que se presentan en todas las relaciones interpersonales, representan mucho más que una sonrisa hipócrita y unas palabras bien pronunciadas pero poco sentidas. Somos una sociedad egoísta y orgullosa, que piensa única y exclusivamente en sí mismo, entonces, ¿por qué nos alteramos al ver que otros con más poder actúan de la misma forma que nosotros con el vecino? Quien tiene el dominio es quien lastima con mayor fuerza y nos equivocamos terriblemente al elegir el nicho del poderío. Tal vez el hartazgo al robo, la burla, la ofensa, el daño a la integridad personal no ha sido suficiente. Creo que aún no es suficiente porque continuamos reaccionando de la misma manera.

Nos aferramos a darle poder a quien nos bofetea no una, ni dos veces; a marcar  diferencias que no existen, a permitir traiciones calificadas y peor aún, a continuar por el mismo camino creyendo que es el único.

Apague su caja negra, pesada y anticuada, no se anticipe usted a encender la pantalla plasma; entienda que el diluvio no llegará con el bote que lo deje en la bahía, si bien, ahí se guarda la esperanza, que puede no hacer más que seguirse aligerando.

Listos, “muy listos”

viernes, 5 de octubre de 2012

Gato


                 El círculo obscuro se extendía lenta y rápidamente sin permitirle pestañear, sin permitirle tocar aquello que pudo ser un balón para jugar y ahora se convertía en una sábana uniforme que aburría hasta al más chistín de las grandes ciudades. Ahí estaba, cansada de caminar, no llegaba a ninguna parte, avanzar y retroceder era lo mismo, llorar… un grito al vacío. Una tarde no tan común, se pintó en la obscura nada una sonrisa quebrada, que no decía palabra pero alegraba, no sabía si mentía pero al menos sonreía y daba un poco de claridad a aquella sábana hostil.

Brenda, se acercó preguntándole qué camino debía tomar, pero la sonrisa sólo sonreía con más fuerza; Brenda lo intentó de nuevo: ¿Cuál es el camino correcto?  Y la sonrisa quedó intacta.

Me estoy equivocando de cuento entonces, pensó, al momento que se sentaba en el suelo decepcionada; esa luz que había llegado no la ayudaría a salir de sus problemas, no podía siquiera contestar una pregunta, no la ayudaría a salir de aquel terrible vacío en el que se encontraba, había llegado únicamente a sonreír con desequilibrio.

No puede salvarme con un beso porque no estoy dormida, no puedo bailar con él hasta la media noche porque no veo su cuerpo, no tenemos una alfombra para volar, ni un castillo para huir de él, entonces, sólo me queda ver su luz.

Así pasaron días, semanas, meses; Brenda estaba al borde de la desesperación y le generaba grandes conflictos el que su compañero nunca dejara de sonreír, estaba molesta, lo maldecía porque aún siendo su expresión tan fuerte faltaba luz para encontrar la salida; estaba cansada de hablarle, de preguntarle, de buscar atención y jamás recibirla, sólo una estúpida sonrisa. La molestia era tal, que Brenda empezó a reírse de lo complicado y a la vez ridículo de la situación, sus carcajadas hicieron eco en el lugar y se dio cuenta de que no era tan amplio como había imaginado; se acercó a la estática sonrisa respondiéndole de igual manera; por primera vez se presentó un ruido que la hizo dar media vuelta  y entonces, estando las sonrisas en la misma dirección, el camino se aclaró, no fueron más de seis pasos los que concluyeron el trayecto y marcaron la figura de lo que por meses fue sólo una mancha blanquecina.
 
Lucía Olivares
@Olivareslucia