jueves, 16 de febrero de 2012

A lo lejos nos miramos.

Lucía Olivares.

De nuevo la distancia, que en esta ocasión es corta comparada con los ayeres… aun así, mi mano no te alcanza, pero te siento y me sientes como siempre, y tu pasado se une a mi presente, tu corazón a mi cabeza y tu figura a mi mirada. Esta vez olvidas tu ego, los prejuicios, los miedos… y corres bajo el frío que nos abraza, mismo frío que tu acelerado cuerpo calienta, y entre ramas, arbustos y obscuridad sin camino andas para de cerca mirarme, pero alzando tu cabeza; esa expresión que conozco y se ha convertido en un misterio, con el viento entre nosotros y tus ojos en los míos.
La distancia nos separa de nuevo, estás en medio, entre tu historia y mi historia, entre lo conocido y lo incierto; pero no me veas así, tampoco intentes esconderte, sólo aléjate como lo haces siempre, corre, corre, sigue corriendo y voltea de repente, yo sigo mirando desde la ventana, mientras te quedas entre el recuerdo y mi alma.
Tus ojos tristes brillan más que la estrella al centro, más que el camino a la izquierda, más que el foco en mi cabeza, más que el coche que se acerca.
Y así, a lo lejos… nos miramos.

sábado, 4 de febrero de 2012

Mi porcentaje

Lucía Olivares.        

        Trabajo por esa mínima posibilidad, por ese porcentaje casi nulo, por el pequeño orificio que ilumina el salón más amplio, que no presenta una línea recta sino luz difusa, esa energía que te envuelve y luego te ahoga, esa energía que te alimenta y luego te deja desnutrido. Trabajo por aquello que a veces llamamos sueños, por aquello que creemos casi imposible, una locura, un milagro, un golpe de suerte; si así fuera, mi vida y tal vez la tuya sería un camino sin salida, sería una montaña sin cima, un árbol sin ramas, una casa sin ventanas… pero no importa.
       El deseo y lo que vemos al no mirar, dirige nuestra estancia en este paisaje, no importa lo que anheles, podrá ser mucho, podrá ser poco, pero mientras exista esa mínima posibilidad de que “suceda”, entonces estaremos ahí, necios al placer, necios a la agonía que representa, necios al triunfo efímero como nosotros mismos, necios, pero presentes.
          El trabajo hace que ese porcentaje vaya en aumento, que la ilusión sea cada vez más grande, mientras el futuro se vuelve pasado.

"-La ilusión no se come -dijo ella -No se come, pero alimenta -replicó el coronel."
Gabriel García Márquez.