Por Lucía Olivares.
Podrá ser el día más soleado,
pero me inquieta la nube obscura que veo al oriente. Si la lluvia se asoma mañana
junto al Sol y humedece las paredes de mi casa, ¿cómo habré de solventar ese
gasto que ignoraba? Aunque ahora el techo me proteja firme, pienso en la
debilidad que podría albergar mañana.
Si estoy aquí, contigo, me ocupo
en el terror de perderte, en la incertidumbre de tenerte, en la añorada y
fugitiva permanencia. Si estoy aquí, a tu lado, veo tus manos para hacerlas
eternas, mientras mi memoria registra la sensación que tu piel provoca con la mía;
y ese único momento con un espacio y fecha irrecuperable se ve invadido por mis
pensamientos futuristas. Y ya no es hoy, y ya no somos. Nos convertimos en una
simulación de eternidad que no existe, porque todo comienza y termina, porque
los colores cambian, la temperatura se modifica, el mundo gira, porque siempre
ganamos y perdemos.
El consuelo ante el llanto de un
amigo es el olvido y las risas del mañana, y nuevamente nos separamos de la
emoción del ahora, de la tristeza que vives porque somos solo en tiempo
presente; una versión distinta, una amalgama de factores externos que hacen
estallar lo que no sabíamos que llevamos dentro.
Y soñamos, porque es un ejercicio
fascinante, porque es un pincel más sólido para tapar lo tenue del instante,
para ponerle alas a lo que parece un gusano… e imaginar el vuelo. Imaginar que
vuelo, aunque ahora trote y esté cansado. ¿y si mañana el viento golpea fuerte
y mis alas no son resistentes? Entonces temo. Incluso en los anhelos, temo.
Y es ese temor el que me paraliza,
porque si estoy bien, quiero que esto sea una fotografía que pueda arrastrar
por el tiempo para asegurar la compañía, la seguridad y la vida; pero si estoy
mal, me convenzo del mañana cargado de posibilidades distintas.
Somos hoy. Dos personas que se
miran sin saber si mañana los ojos pueden abrirse o se vuelvan a encontrar. Somos
hoy. Dos personas que se sostienen con unas manos que no saben si volverán a
tocar. Somos hoy. Dos personas que se reúnen en un punto y en un ápice del
tiempo que no volverá a existir. Somos hoy. Renaciendo a cada instante, dándole
al otro algo irreemplazable, dándote vida en cada respirar. Somos hoy. Esa tristeza
que te invade el pecho, eres tú, y tú te dueles hoy, mañana no importa. Somos las
risas y los amores de hoy. Cada quien respira a su ritmo, cada quien nace y
muere, cuando tiene que nacer y cuando tiene que morir. Somos las risas y los
amores de hoy… de cada día.
Soy este momento en que vierto lo
que mi corazón y mi cabeza guardan. Soy mi capacidad para desear, para soñar,
para decir, para abrazar, para llorar, para reír. Soy hoy… con el terrible vicio
de pensar en mañana.
@Olivareslucia