miércoles, 22 de marzo de 2017

No se pierde la memoria de las cosas importantes



No se pierde la memoria de las cosas importantes...

Los latidos repentinos no se pueden olvidar, las pupilas dilatadas, las sonrisas congeladas, la hipersensibilidad en la piel, y  esas ganas, esas ganas de hacer lo que no hiciste, de decir lo que sentiste ayer y hoy, en diferentes momentos pero con la misma intensidad de los recuerdos, de la memoria que es historia y como historia vida es.

Un clavo no saca otro clavo, lo entierra, lo esconde, lo suprime, lo oculta. Las personas no se reemplazan, no como fichas o piezas de ajedrez, las personas vienen y pasan… la emoción permanece, se pega, se adhiere, penetra e inyecta una dosis que bloquea el olvido; tal vez sea eso tan sencillo lo que nos hace inmortales solo a los ojos y a las pieles que nos vieron de verdad.

No se pierde la memoria de lo insignificantemente maravilloso, de lo mundano convertido en pasaje, de las miradas como escáner, las palabras como lanzas, como frase de separador, como cuchillo enterrado dentro, dentro, dentro; y el tacto celoso que apenas pareciera existir como un pequeño rastro de vida, como un delgado rayo de luz.

No. No se pierde la memoria de las cosas importantes, de esas que cerramos los ojos y vemos, esas que al abrirlos no te dejan aterrizar, de esas que son siempre la primer y eterna anécdota, tu parteaguas, tu ejemplo, tu conexión con otros sentimientos, a donde va tu mente… a donde regresa siempre.

Si te olvido o no te olvido está de más. No es la cabeza, no soy yo, son todos los estímulos que te evocan aun cuando no estás.

Somos historias que no pierden la memoria de las cosas importantes o las más insignificantes que se colaron hasta lo más profundo y han tendido su casa, se han llevado su almohada, su música, sus palabras para que no las extrañes, para que vivan contigo, sin exagerar.

¿Y si se van? ¿Y si se quedan? Les dejo mi cuerpo por si lo quieren abrazar.


Lucía Olivares
 @Olivareslucia