En nuestra sociedad, calificar a
alguien como “gorda” es considerado un insulto, se usa en muchas ocasiones para
desprestigiar, para triunfar en medio de una discusión, incluso para restarle
puntos a la autoestima de una mujer; sin embargo, decirle a alguien “flaca”
puede venir cargando con las mismas intenciones y la misma rudeza, porque al
igual que la gordura, se utiliza como desprestigio y rechazo, posicionando al
otro como débil y enfermizo.
Hace tiempo que la mujer lucha
por cubrir patrones de belleza - que nadie más que ella se ha aferrado a seguir
- en la mayoría de los casos es una lucha ridícula contra la genética, contra tu
propia naturaleza. A pesar de que los estereotipos estéticos se han ido
modificando y ahora, más que delgadez, las mujeres buscan un cuerpo escultural
moldeado por el ejercicio, siempre existirá
quien sacrifique constantemente sus antojos para alcanzar el atractivo ideal. Pero
las mujeres solemos ser malas competidoras, y malas perdedoras también, porque difícilmente
somos capaces de aceptar nuestra condición sin calificar la de nuestras semejantes.
Tengo años recibiendo de la gente
la misma expresión, que no acepto como un cumplido, porque sé
que no lo es, hace tiempo que escucho un ¡Qué flaca! acompañado de una
expresión poco afable y una mirada incómoda; porque no, no todas las mujeres
anhelamos y vertimos nuestra energía y nuestro tiempo buscando ser delgadas,
existimos algunas que simplemente lo somos, y la anorexia, la bulimia y la
vanidad, no son nuestras compañeras.
Este es un mundo de apariencias,
en el que definitivamente resulta más sencillo calificar los colores, el peso y
el tamaño, que escarbar un poquito dentro de la piel, donde creemos que la
grasa te hace simpático y feliz, mientras que los huesos deprimido e
insatisfecho; juzgamos a los demás a partir de nuestra propia realidad, sin
entender que así como cada cabeza piensa y siente distinto, cada cuerpo actúa y
reacciona de forma independiente, que cada cuerpo tiene una historia y memoria
también. Hablamos con maestría de la apertura, de la aceptación, de inclusión,
luchamos y defendemos causas que incluso nos son ajenas, pero no somos capaces
de entender que todas las personas a nuestro alrededor son diferentes, hay
quien es alérgico al aguacate, intolerante a la lactosa, amante del chocolate,
conversador compulsivo, silencioso y pensativo, rebelde por naturaleza, gordo o flaco, y eso ¡qué más nos da!
Este es un mundo de apariencias,
y si no nos atrevemos a ver más allá de lo que la vista nos ofrece, seguiremos
luchando hasta el cansancio por ser un poquito más flacos o un poquito más
gordos.
Y si alguien vuela o se estanca,
no es por la ligereza o pesadez de su cuerpo, sino por la dimensión sus pensamientos,
Lucía Olivares
@Olivareslucia