Hemos pasado de ser las princesas
bobas e inocentes, que así sin hacer nada, sin lastimar a nadie, sin pensar, ni
esforzarse, conseguían la felicidad.
Actualmente el estereotipo de
mujer ideal es el de una villana, ¿no me creen? Para empezar ahora la belleza
se construye, es como una escultura majestuosa que hay que tallar y limar todos
los días, ahora la belleza es invisible si no viene acompañada de calor, tintes
y plástico; ahora para ser feliz no basta soñarlo, hay que idear, hay que
planear, hay que aplicar la ley del más fuerte, tienes que fregarte al otro,
sí, eso tienes que hacer. Tal parece que tú felicidad condiciona la felicidad
de los demás.
Las protagonistas de las
historias contemporáneas, de los libros, películas y también de la vida real,
no son esas dulces señoritas que viven acongojadas por la naturaleza y el
bienestar de sus amigos, ¡No!, El prototipo de mujer admirable es otro, y
tampoco es algo nuevo; aplaudimos a aquella que tiene un puesto importante, que
viste formal y con colores obscuros, aquella que delega, aquella que maneja a
gran velocidad, aquella que no le debe nada a nadie, aquella que no necesita un
hombre a su lado, aquella que es imposible imaginar sin maquillaje, aquella que
llamamos “cabrona”, porque supuestamente así se logra todo, ¿todo qué?, admiramos a la “mujer guerrera” y si nos lo
preguntan decimos que somos una de ellas, porque podemos solas, porque nos
esforzamos, porque somos mejores que los hombres, porque somos madre y padre a
la vez, porque somos productivas, porque somos fuertes, a ver… ¿y si nos relajamos
un poquito?
No nos hemos dado cuenta de que
nos estamos vendiendo y comprando un papel difícil, muy difícil, porque pretendemos ser las villanas del cuento con
final de princesa, que no dudo que se pueda, pero es una bipolaridad que no
cualquiera maneja.
En la mañana, Israel, un
compañero, dijo: “Disney nos está relegando, los hombres ya no figuramos para
nada, nos están haciendo a un lado”; y sí, los estamos olvidando porque los
creemos unos buenos para nada, “¡no los necesitamos!” Todo lo podemos hacer
solas, y estoy total y absolutamente de acuerdo, pero, ¿cuál es la molestia
eterna de las brujas, de las villanas de un cuento?, ¿saben la respuesta? EL
PRÍNCIPE, la inocencia, la juventud, los talentos y la belleza.
Foto de Elvira Olivier |
Estos cambios me mantienen
pensativa y preocupada, porque con mucha pena les confieso que me educaron para
ser princesa y he intentado toda la vida convertirme en villana, no en una
mujer mala, pero sí en una mujer inteligente, con objetivos, con metas, segura;
yo no quiero ser la niña tonta que confía en la viejita que le da una manzana,
tampoco pretendo pasar años dormida esperando que un hombre me rescate para
poder vivir, ni aguantar los malos tratos de una Bestia, ¡No, Señor!, preferible
burlar que ser burlada… así dicen; sin embargo me preocupa algo más, a las
brujas nunca le salen las cosas bien, se amargan eternamente a pesar de sus
dotes intelectuales que son mucho mayores que los de una princesa. Antes se educaba a las niñas bajo ciertos
estándares, primero para ser princesa, pero como tal parece que eso ya no
resulta viable, es mejor “forjarles el carácter”, lo cual se entiende como:
educarlas como villanas, ¿y cuando tampoco la villana funcione?, ¿Qué estaremos
creando?, ¿Se imaginan?, ¿Me dicen?... ¿Serán las hadas el siguiente papel? ¿Las
mujeres que cumplen deseos y luego se van?
Pretendemos ser las villanas del
cuento, con final de princesa.
Lucía Olivares.
@Olivareslucia