Lucía Olivares.
Un
país con identidad que desea convertirse en otro, un país que no conoce su
riqueza, su potencial, sus alcances y desea tener los del otro. Un México que
se ha ido haciendo pequeño por errores de nuestros gobernantes, un México que
en una ocasión cedió parte de sus tierras y ahora sigue permitiendo que el
norte se vuelva ajeno al México real. Si bien existe una dependencia económica
fuerte, también existe una dependencia cultural innecesaria, basada en una
adulación ridícula, basada en el escaso conocimiento propio.
Fácil
sería decir que la mayoría, o todos nuestros problemas se deben al mal manejo
político del país, tal vez en parte sea cierto, y lo hemos permitido
precisamente porque no conocemos nuestro valor y peso como ciudadanos, como
miembros de nuestra nación.
De México se dicen muchas cosas, yo estoy de
acuerdo en la parte del conformismo, del cómodo, porque por muchos años hemos
permitido, hemos “dejado” que unas cuantas personas hagan todo por nosotros,
unas cuantas personas que si bien han decidido trabajar por el país, no tienen ni todo el poder, ni toda la razón,
mucho menos toda la capacidad; eso sí, lo sabemos, lo criticamos, lo
divulgamos… y nada más, aunado a las permanentes comparaciones con el país
vecino, el rico, el poderoso, el país de las oportunidades. Creo que ahora sí
es justo y necesario crear conciencia y cambiar tan malos hábitos que hemos
apropiado los mexicanos, la mayoría de ellos causados por la ignorancia, por la
comodidad, por mediocridad y por seguir siendo dependientes. Somos una sociedad
rica en cultura, una sociedad sumamente creativa, pero una creatividad perdida,
dispersa, cómica y burlesca, no una creatividad que aporte, que genere cambios
fuertes y reales, nos hemos convertido en una sociedad de espera y esto ahora
ya no está permitido.